Monday, November 16, 2009

Ricos finos


Sonará insólita la noticia. Un grupo de alemanes de clase alta protestaba recientemente tirando billetes de mentira al aire. Exigían que el Gobierno imponga un tributo a la riqueza. Según los más de 44 ricos que firmaron una petición, ellos no necesitan tanto dinero y si el Estado cobrara un impuesto de 5% a la clase alta, se podría aliviar la crisis financiera que, según expresaron, está provocando un aumento en el desempleo, la pobreza y la desigualdad social.

“El camino para salir de la crisis debe pavimentarse con una inversión masiva en ecología, educación y justicia social”, manifestaron.

No es que sean demasiado excéntricos: tan solo están conscientes de que la estabilidad de la prosperidad privada depende de la estabilidad colectiva. Y que ninguna sociedad puede triunfar si existen en ella desigualdades atroces.

En Puerto Rico ni siquiera tenemos un discurso de equidad. Aún muchos de quienes protestan por los despidos lo hacen más por solidaridad y compasión que por combatir la desigualdad. Amparados en el eclecticismo inaudito del milagrismo católico y el American dream, la mentalidad es que hay que resignarse a que una gente tiene más suerte que otra (such is life). Tenemos lo que merecemos -pensamos- y realmente no nos indigna demasiado que el Gobierno quiera enmendar la crisis empeorando la estabilidad social, sobreprotegiendo a los ricos y provocando más desigualdad y dependencia. Nuestra indignación más bien nace del ‘ay bendito’, de esa compasión que todavía sentimos por el más indefenso.

Hay responsabilidades que nos tocan a todos. El fundamento de nuestra indignación es una de ellas. Ser solidarios no es suficiente. Hay que desear realmente una vida distinta.

Lo ha dicho James Wolfensohn (hablando de ricos), ex presidente del Banco Mundial y una voz importante del capitalismo socializado: “La pobreza en un lugar es pobreza en todos lados porque este único mundo en que vivimos es tan interdependiente, que la pobreza en otro continente puede significar la muerte de los que viven en países desarrollados,  tal y como sucedió el 11 de septiembre. Si no creamos una mejor distribución de la riqueza, no habrá paz".