Thursday, November 22, 2012

Los flemáticos



No sé bien por qué me siguen asombrando las cosas de este señor. Me impresionó que no se presentara en el debate de los candidatos en la Universidad de Puerto Rico. No por la ausencia en sí sino por lo burdo del acto de ignorar a la comunidad que más ha afectado su gobierno y a la que peor ha tratado. Me impresiona que sea tan desfachatado y se reitere en su afirmación anti-universitaria aún ante unas elecciones que se anticipan cerradas.
Sé que no hay manera de que al Gobernador le vaya bien en un debate en la Universidad. Como sé que no podría caminar libremente por ese campus. Pero pensé que, al menos, daría cara, precisamente para que no pudieran decirle cobarde, que es lo menos que pueden llamarle en ese lugar.
Lo de la cobardía, sin embargo, no es lo peor. Hay en su ausencia algo más frontal y evidente, un mensaje más que contundente y es el acto nada alegórico de terminar su cuatrienio tal y como lo comenzó: dándole la espalda a la Universidad de Puerto Rico con toda la intención maliciosa. Como si ella no fuera el proyecto más trascendental del País.
Este señor y su principal contrincante me aburren tanto. Tan flemáticos ambos, tan inamovibles, siempre con esa inapetencia para las ideas. Se mueven por la campaña como con una certeza absoluta de que no tienen un solo análisis novedoso que hacer. Como dos niñitos jugando a la gobernación por Play Station.
Fortuño es el gran verdugo de la Universidad. Y AGP, pudiendo explotar esa terrible condición de su contrincante, jura que acaba cuando dice con ese deje de visionario en ciernes, que está “en contra de los políticos que se inmiscuyen en la Universidad, y en contra de los estudiantes que inmiscuyen la política en la Universidad”.
Si los estudiantes no deben inmiscuir la política en la Universidad, ¿para qué van a ir allí, bendito sea Dios? ¿Alguien puede explicarle a Agapito que la política es, precisamente, el estudio de las relaciones de poder entre las sociedades y los estados? ¿El Profesor Bernabe podrá hacerle el favor?


Republiquetas


Toda la vida escuché como un mantra inapelable aquel “¡Dios nos libre de ser una república!”. “Para qué”, me decían espantadas ciertas señoras, en un tono más sentencioso que interrogativo. “¿Tú no sabes como están esas repúblicas por todo América latina?”.
A mi cortísima edad, no era fácil responder a aquellos planteamientos pues, en efecto, la América latina era un continente sumido en la pobreza, en la corrupción, un lugar desamparado. La sensación de salvación de estas doñitas era difícil de atacar.
Hace ya años que la mayoría de los países latinoamericanos vivieron el colapso de sus economías y admitieron el gran fracaso de las políticas capitalistas bárbaras, las más primitivas, coronadas por el robo y la privatización. Comprobado el descalabro, nosotros en Puerto Rico no hemos hecho más que seguir hundiéndonos con gobiernos conservadores, corruptos, que siguen apostando a la privatización como si esta no hubiese fracasado estrepitosamente en toda la región.
Para haber vivido con tanto pánico de parecernos a nuestros vecinos, la realidad es que aquí cada vez nos parecemos más a aquella América latina de terribles desigualdades económicas, de corrupción y autoritarismo rampante de finales de siglo. De un tiempo a esta parte, usted va a los parques del Condado y se encuentra las sirvientas uniformadas como en las novelas de Televisa, cuidando a los hijos de los ricos. Si averigua un poco, verá que las escapadas de la clase alta puertorriqueña son cada vez más exóticas, el que no juega polo o golf, se pasa las épocas de huracanes vestido de astronauta, escocotándose por alguna montaña de nieve.
Aquí se dice que hay una crisis económica pero esa crisis es contra la clase media: usted y yo. Sin incentivos contributivos, cada vez más explotada, desprovista, pagando una vida de inflación permanente.
No lo digo yo. Lo dicen los economistas más serios del país pero yo lo invito a mirar a su alrededor, a entrar a las tiendas más caras de Plaza las Américas y hablar con las dependientas, a ver las páginas sociales de las revistas, a observar el mundo de los ricos y analizar si parecen estar en desgracia económica.
Mientras, en Brasil, el gobierno de Lula da Silva sacó a más de 20 millones de personas de la pobreza, aquí los pobres y la clase media son cada vez más pobres, más explotados y -por tanto- más vulnerables al negocio de la droga y de la muerte.
Hoy día nuestro problema es que no estamos ni siquiera ínfimamente cerca de parecernos un poco más a Uruguay, un poco más a Argentina, un poco más a Brasil, a Venezuela, a Perú, a Ecuador. Ya quisiéramos nosotros, en este naufragio permanente en que vivimos, ser un poco más como cualquiera de esas repúblicas, todavía mejor conocidas por muchos puertorriqueños como ‘republiquetas’.