Saturday, December 28, 2013

TexteArte


Ahora que lo pienso, me doy cuenta de que los poetas siempre lo dijeron. Nunca lo entendí muy bien, pero seguí mi vida tranquila sabiendo que, en el peor de los casos, podía contar con aquella máxima cabal.

En un concierto el otro día, vi que todo el mundo levantaba su celular. Cientos, miles de cámaras grabando la música. Alguien aspirará a ver el concierto, me pregunté. No que yo fuese la gran inocente reflexiva de la noche. Aunque no tomé vídeos, “textié” casi compulsivamente con alguien que no fue, comentando el recuento exhaustivo de cada acontecimiento, cual minuto a minuto de endi.com.

Una lo ve a diario y, aun participando de esta nueva vida, sabe que hay algo muy extraño ahí. Tal vez porque recuerdas cuando la foto de una fiesta, por ejemplo, era un encuentro más casual con la vida, casi un accidente cuya finalidad misma era atrapar la espontaneidad de un instante. Tienes todavía fresca la memoria de cuando un acercamiento requería el heroísmo de una llamada, la nerviosa incomodidad de una conversación en tiempo real.

No es una queja. El autopanóptico tiene sus propios postulados de entendimiento. Ves a la gente tomándose las fotos de la felicidad compulsiva en la fiesta que tú presumes alguien está, en efecto, disfrutando porque sí, al momento, con sus propios elementos disponibles. Sin la asistencia de una conexión virtual con un más allá que se presenta a su propia ausencia. Pero igual me pregunto, ¿acaso alguien alguna vez disfrutó de la fiesta tal cual? ¿El presente no fue siempre un pasado expansivo, una ansiosa decodificación del futuro?

Me enternece este nuevo mundo de la cercanía, donde podemos conectarnos con un par de palabras tiradas al aire. Pero no por eso dejo de preguntarme si existe alguien aquí ahora, o estamos todos en el tránsito de las ondas, esperando que nos lean el subtexto del texto.

Debe ser la Navidad, que me pone reflexiva, pero recordé a aquellas poetas; las veces que las escuché musitar a media luz, velloneras siempre en el fondo, vasos medio vacíos: “La vida está en otra parte”.

Sunday, December 8, 2013

Estado huracanado


Perdí la noción de los días que lleva este viento grave golpeando las puertas y las ventanas a absolutamente todas las horas. Nunca quise nombrarlo. Para que existiera menos. Pero la seriedad de esto ya es aplastante.

No sé qué más hacer para no enloquecer demasiado con este viento que parece un tigre golpeándolo todo: ventanas, puertas, copas, floreros. Día y noche. Sin pausa. De hecho, ya enloquecí.

"Increíble este clima", me digo, y regreso a mis asuntos. Pero vuelvo a abrir bien poquito una ventana, apenas una rendija, en un gran acto de fe y de estupidez; sólo para empezar a sentir de nuevo, uno a uno, los objetos, el sonido agudo de su caída estrepitosa: tazas, cuadros, marcos, figuritas.

Los observo caer. Sigo escribiendo.

Sunday, November 24, 2013

Bodine



A Jennifer

Ahora sé que pasó bastante tiempo sin que yo supiera de Bodine. Es la belleza del Internet: pasan los años y no tienes que enterarte de lo que no te interesa. Vine a saber de este pequeño personaje muy recientemente, a propósito de una carta lúgubre que recibí de UBS. 
Cuando mi madre murió, separé parte del dinero de su breve herencia y abrí una cuenta pensando en la educación de mis sobrinas, a quienes no podíamos asegurarles una mejor vida que la nuestra. 
Al tener noticia oficial de mi pérdida de activos, quise encontrar respuestas. Mi inversión había sido moderada, ni siquiera riesgosa. El problema tendrá sus dimensiones pero alguien tiene que asumir el peso de las cosas. ¿No es por eso que se le paga una fortuna a cierta gente?
Recordé a aquel señor mayor que una vez vi montado en un deportivo rojo, y cuyas gafas oscurísimas y gesto imperturbable me resultaron inquietantes. Era el señor de UBS. 
Buscando su rendición de cuentas, encontré a la Lolita criolla. No le creí a una amiga cuando me dijo que aquella criatura que hablaba de celebrar sus 21 años con una fiestecita de Barbie era la novia de este señor. “No es mi asunto”, pensé, y seguí buscando, ya no por Bodine, que debe tener padre y madre que la encaminen, si es que eso todavía existe. Pero entonces me iba enterando de los viajes exóticos de esta singular pareja: Brasil, China, Nueva York, las fiestas, el champagne. Vi las fotos de su ‘felicidad’ antropológica: el señor siempre impasible, con una sonrisita a medias, como engomada en el fondo; la niña siempre sorprendida de su pequeño poder. 
Los mercados serán complejos. Pero no dejo de pensar en mi mamá: 20 años luchando con el cáncer, trabajando como leona en plena quimio, pidiendo prestado, perdiendo su casa, resolviendo como podía pero siempre pagando su seguro de vida.
Como comprenderán, aunque nadie se haga responsable de nada en este País, saber que esta niñita superdesarrollada tuvo su fiestecita de Barbie, me consuela mucho. Me parece verlos en el deportivo rojo, muy sonrientes, musitando: “Let them eat cake”.



Saturday, November 2, 2013

“So what?”

 


Viene siendo hora de que entendamos nuestro problema de “bullying”, sí. Uno cada vez más invasivo, ofensivo. De eso vive el “bully”, de la excitación y pánico que genera su noción de poder.

Periódicamente asoma su cabezota por estos lares. Como esta semana, que apareció para dejarnos saber su opinión sobre cosas que no le preguntamos.

Tras haber clasificado como basura la deuda de la Universidad de Puerto Rico, Moody’s -esa especie de turbia lumbrera de los inversionistas mundiales- removió la deuda de la Universidad de su lista de revisión para degradación, pero le asignó una perspectiva negativa. Justo -caray- cuando el Gobierno acaba de eliminar la cuota.

Moody’s critica la supuesta “dependencia” que la UPR tiene del Gobierno, que no es otra cosa que penalizar el concepto de la educación pública, que es ideológico y que además (mala nuestra, Moody’s) se aparta del modelo corporativo (y prohibitivo) estadounidense.

Es cierto que las finanzas de la Universidad son deplorables, pero no es porque su financiamiento sea público. El tema de la NSF es bochornoso, un signo de corrupción e ineficiencia atroz. Pero eso tampoco cambia que una universidad pública es un acercamiento político a la democracia y a la equidad. Es obvio, Sir Moody’s, que una universidad estatal tiene que depender de adivine qué: ¡el Estado!

El parlamento europeo, conociendo las debilidades de Sir Moody’s, ya aprobó una prohibición a que estas agencias clasifiquen deudas sin tener la información pertinente para basar sus “hallazgos”. Les regularon el “timing” que gustan usar para soltar sus torpedos no solicitados sobre la deuda europea y también les prohibieron algo que parecía caído de la mata, pero no lo era: clasificar compañías en las cuales sus dueños tengan acciones.

Mientras, acá el gobernador crea un puesto para un síndico “con vínculos a universidades estadounidenses” cuando, por más que insistan, la Iupi no sigue ni tiene que seguir ese modelo universitario. Buena o regular, hemos tenido una universidad pública por más de cien años y eso nos ha permitido movilidad social y la creación de un conocimiento con el cual hemos construido país.

Si a Moody’s no le gusta, so what? Estoy segura de que el mundo no se acabará.

15 de marzo de 2013

Friday, October 18, 2013

Revolucionario


Y ahora qué, Sr. presidente Rafael Correa. Ha sido muy macho usted, silenciando fulminantemente a Paola Pabón, asambleísta de su partido, y quien sólo proponía la despenalización del aborto en casos de violación. 
Su chantaje, esa rabieta violenta, profundamente infantil de que renunciaría a su puesto si la medida se aprobaba, fue devastador. No sólo para las mujeres ecuatorianas sino para toda esa América latina que lo ha mirado como a un revolucionario, como a alguien que venía a adelantar la paz, la justicia, a mejorar la vida de la gente más olvidada del mundo, no sólo en su país sino en todo el continente.
Ahora qué hará, Sr. Presidente, con la responsabilidad directa en cada aborto clandestino, en el suicidio de una mujer violada. Qué con las más de 95,000 mujeres que abortan en su país cada año, según datos de la OMS. Un aborto cada 4 minutos. Qué con las 1.962 denuncias por violación que se presentaron en 2011, según el Instituto Nacional de Estadísticas. Qué con el promedio de 5 violaciones diarias, de las cuales existe el riesgo de embarazo entre el 10 y el 15% de esas mujeres.
¿Con qué fuerza moral va usted a hablarnos sobre “el derecho a la vida”? ¿A qué vida, señor Presidente? A la de los hombres, será, que son los únicos cuyo cuerpo y supervivencia nadie tipifica.
¿Nos dará otro discurso épico sobre la vida como fenómeno biológico, sobre la humanidad prenatal? A mí usted no me mueve un pelo cuando se llama humanista por defender los derechos del niño no nacido mientras rehúsa otorgárselos a las niñas que sí viven, y que viven ya suficientemente mal, y tampoco pueden mejorar sus vidas con un aborto cuando son violadas. Por el contrario, lo único que pueden hacer es ponerla en peligro con un aborto clandestino. Es decir, lo que le queda a una niña violada en Ecuador, como en tantos países supuestamente “revolucionarios” de América Latina, es volver a violarse ella misma. Esa es la solución, señor Presidente. Violarnos después que nos violan. Qué legado tan revolucionario.


Esta columna se publicó en el diario El Nuevo Día en Puerto Rico el 18 de octubre de 2013.










Wednesday, October 2, 2013

Haití: El país de la inmensidad







Por Mari Mari Narváez
Marzo 2010

Una frontera

Una frontera es un pedazo sutil de país. Y ésta -la única delimitación interna de las Antillas mayores- como todos los bordes divisorios del mundo, es híbrida, incierta. Ni siquiera el detalle del lenguaje determina el tramo fronterizo de La Española.

El sol está que mata pero, aun así, éste no es uno de esos días que se vuelven lánguidos en el Caribe de tan calientes. La prisa siempre prevalece cuando el Padre Julio Acosta -Padre Julín- va a bordo y hoy no puede ser la excepción. La velocidad mínima que permite el Padre es de 130 kilómetros por hora. Queda claro que su fe es inquebrantable. Pero en el asiento de atrás, las agnósticas nos amarramos el cinturón y susurramos un ángel de la guarda por si acaso.

El Padre cruza esta frontera a diario, a veces múltiples veces. Es un hombre pequeño, delgado y siempre sonriente. Un cura sin sotana, de ésos que inquietan a los cardenales de capas y anillos. Es dominicano pero tiene acento creole pues lleva más de 30 años viviendo y trabajando en la frontera.

El Padre Julín tiene las paradas cronometradas. “Yo voy”, exclama cada vez que se baja de la guagua, como quien disfraza una orden. Está obsesionado con ahorrar tiempo y por eso intenta impedir el curioseo excesivo de sus pasajeras, a quienes debe llevar a Puerto Príncipe junto a varios cargamentos de agua, casetas, comida, cosas que le encomienda el Comité de Solidaridad con Haití y otras que recoge entre amigos y compañeros de las organizaciones a las que pertenece, entre ellas, el Comité Monseñor (Arnulfo) Romero.

La ayuda tiene que llegar. Desmonta y monta mercancía en tiempo récord, se pierde con sus paquetes por un rincón pero casi de inmediato reaparece en la puerta de la guagua. Y antes de volver a montarse, ya está ordenándole al chofer que arranque.

Nos habla profundamente sobre Haití. Lo conoce como a sí mismo. Como si fuera su patria.

“Actualmente, Haití es un país ocupado por tres grandes potencias: Estados Unidos en Puerto Príncipe, Francia en Léogane y, entre medio, las que parecerán muy inofensivas pero no lo son: las ONG (Organizaciones no gubernamentales)”.

En medio de este tramo de tierra semejante se alza un letrero casi profético. “Yo también existo. Declárame”. Parece una escuela. Pienso que esas palabras no pueden ser más pertinentes para los cientos de extranjeros que cruzan esta frontera con la intención de llegar a Haití.

Las fronteras también son fugaces. Y esa sutilidad que las caracteriza, pronto desaparece para dar paso a los pedazos más rotundos de país. Justo al cruzar la franja simbólica, comienza la nada simbólica explotación de Haití: las montañas cortadas profundamente, taladas por contratistas que se roban la cal por vía de este crimen ambiental. La deforestación es inminente.

Puerto Príncipe
 
Puerto Príncipe es una ciudad vertiginosa, incontenible. El centro está lleno de gente, mercados improvisados de alimentos, chucherías, caña de azúcar, agua, refrescos y hasta ropa. Las casetas construidas con paños –que son los nuevos hogares de los haitianos- están por todas partes. Miles de personas recorren la ciudad. Hay incluso animales sueltos, especialmente cerdos y gallinas.

A exactamente un mes del terremoto de 7.3 grados en la escala de Ritcher que destrozó la ciudad y otras partes del país, paradójicamente se percibe un alto sentido de normalidad entre su gente. Aun dentro de los escombros, que siguen intactos, como el primer día del terremoto, los ciudadanos vuelven a buscarse la vida como mejor pueden. Ni una sola piedra parece haber sido recogida pero hay una percepción de que la vida continúa. Al menos en apariencia, la tragedia no parece que podrá detener a la gente de este país.

La basura es imponente en esta ciudad. Está literalmente por todas partes y en cantidades industriales. Hay, incluso, canales de antiguos cuerpos de agua que están repletos de basura. Esto es algo normal, no tiene que ver realmente con el terremoto. Y a pesar de lo tremendamente impresionante que puede ser, del mal olor y la amenaza que supone para la salud pública, todavía hay muchas cosas más que hacen de ésta una ciudad impetuosa y seductora.

La pobreza está tan generalizada que es parte natural del panorama. No alcanzamos a ver los bolsillos que supuestamente se salvan de la miseria.

Que Puerto Rico se sienta en Haití
 
En Puerto Príncipe nos alojamos con un grupo de médicos y religiosos en el Noviciado de los Jesuitas, donde yace el campamento ‘Que Puerto Rico se sienta en Haití’, del Comité de Solidaridad con Haití. El Comité ha contribuido a diferentes proyectos en ese país pero, a partir del terremoto, ha concentrado sus recursos en la brigada médica organizada por Iniciativa Comunitaria, que ahora es parte de la red del Comité.

Organizaciones como la Liga de Cooperativas, el Colegio de Abogados, REDES, Acción Social de la Arquidiócesis de Caguas, Iniciativa Comunitaria, Parroquia La Providencia, Fundación Cívico Haitiana, Comité Monseñor Romero y Pro misiones Sor Ileana, entre otras, han recogido más de $30 mil dólares en efectivo y más de $100,000 en medicinas y equipo para viabilizar la brigada médica, que visita a diario una comunidad en Haití para ofrecer servicios de medicina primaria.

“En 2004, durante la actividad del bicentenario de la independencia de Haití, REDES (antes, Guerra contra el hambre, Caguas) decide hacer un comité sólo para Haití”, explica Magali Millán, misionera y trabajadora social que durante muchos años fue presidenta de REDES y lleva años haciendo labor en Haití. “Se crea entonces el Comité de Solidaridad con Haití para dar a conocer en Puerto Rico la solidaridad, la situación cultural y social de ese pueblo. Pero en eso vinieron las inundaciones (por los huracanes de 2008) y tuvimos que tirarnos a recoger dinero”.

El Comité ha viabilizado económicamente proyectos como una biblioteca en Gonaives, la construcción de unos buenos baños para Signos, un hospital de SIDA y tuberculosis de las Hermanas de Santa Teresita, congregación haitiana concentrada en el servicio. (El hospital se derrumbó con el terremoto pero no así los baños, que quedaron intactos).

REDES, y en los últimos tiempos, el Comité, también lleva muchos años colaborando con el Centro de Nutrición de las Hermanas de la Caridad en Cité Soleil, uno de los barrios más grandes, más pobres y también más temibles para muchos haitianos por sus supuestos niveles de violencia.

“La Cruz Roja nos llamó hace casi un mes”, cuenta Sor Cristina, una de las Hermanas de la Caridad que trabajan activamente en el centro de nutrición de Cité Soleil. “Nos pidieron una lista de los medicamentos que necesitábamos. Se los dimos de inmediato. Hemos hablado ya cuatro veces con ellos y todavía estamos esperando los medicamentos. Bueno, ya ni los esperamos. Hemos arreglado con lo que nos envía la congregación internacional (de las Hermanas de la Caridad)”.

Seguridad en lugar de humanidad
 
Por todas partes, el consenso es el mismo: la ayuda humanitaria extranjera apenas se percibe. Durante varios días recorremos las calles de Puerto Príncipe y pueblos aledaños y sólo encontramos una que otra fila de repartición de agua o de algún alimento, sobre todo arroz. 

El Padre Pierre debe recurrir a la fe. A partir del terremoto, se ha formado en los predios de su iglesia una comunidad-hacinamiento de unas dos mil personas. Cientos de casetas hechas de paños se agolpan todas pegadas hasta formar un gran hacinamiento. La prensa insiste en llamarles campamentos pero la pediatra puertorriqueña Marisa Herrán, experta en el cuidado de niños y niñas en zonas de desastre alrededor del mundo, nos explica que para que sean campamentos tendrían que cumplir con unos requisitos básicos de higiene y seguridad que apenas cumple un puñado muy pequeño de campamentos en Haití.

“Aquí la ayuda ha consistido de un pozo que abrió España”, nos cuenta el Padre Pierre. “También trajeron algunas casetas y varias veces en semana un camión trae 500 platos de comida que se acaban en un segundo pues -nada más en este hacinamiento- hay más de dos mil personas pero también hay gente de la comunidad allá fuera”.

Lo que sí es muy visible por toda la ciudad son los militares, tanto estadounidenses como cascos azules de la ONU, montados en sus humvees. El país parece, más que una zona de desastre natural, una de guerra, con cientos de militares en las calles, portando más armas largas que leche.

Es claro que su tarea es más de vigilancia que de cooperación. Vimos a algunos empujando e insultando a los haitianos en la calle y se pasean por la ciudad cual si fueran sus dueños. La priorización de la “seguridad” por encima de la ayuda humanitaria ha sido muy criticada, especialmente por las organizaciones haitianas de base que, lamentablemente, se están ignorando completamente en el proceso de ayuda pos-terremoto. Se teme que esto, junto al vacío casi absoluto del gobierno haitiano, desemboque en efecto en una situación neo-colonial, como muchos han denunciado.

Haití está silenciado
 
“Los haitianos no tienen estatus en estas conversaciones (pos-terremoto)”, ha dicho asertivamente la investigadora británica Naomi Klein. “Se están considerando como recipientes pasivos de una ayuda y no como participantes dignos, íntegros, de un proceso de reparación y restitución”.

El economista haitiano y líder del Plataforma Haitiana de Cabildeo para un Desarrollo Alternativo (PAPDA), Camille Chalmers, sostiene que “no aceptaremos convertirnos en una nueva base norteamericana en el Caribe”.

Según el artículo Haiti: A Creditor, Not a Debtor, escrito por Klein y en el que se cita a Chalmers, la cancelación de la deuda externa es un buen comienzo para Haití “pero es momento de ir mucho más lejos. Hay que hablar de reparaciones y restitución por las consecuencias devastadoras de la deuda”.

Para Chalmers y muchas organizaciones progresistas, “hay que abandonar esa idea de que Haití es un deudor. Haití es acreedor y es precisamente el mundo occidental el que tiene graves atrasos con Haití”.

La deuda con Haití nace de cuatro fuentes, según el artículo. éstas son: la esclavitud, la ocupación estadounidense, la dictadura y el cambio climático. 

La deuda por esclavitud es bien conocida: Cuando Haití ganó su independencia de Francia en 1804, “habrían tenido todo el derecho de reclamar reparaciones de los poderes que durante tres siglos se habían enriquecido por el trabajo robado a Haití (la esclavitud). Pero Francia, sin embargo, estaba convencida de que eran los haitianos quienes habían robado sus propiedades a los dueños de esclavos, rehusándose a trabajar sin paga. En 1825, el Rey Carlos X vino a cobrar: 90 millones de francos de oro, diez veces los ingresos anuales de Haití”. Haití tardó 122 años en pagar la deuda astronómica que la sepultó inevitablemente en la pobreza.

La deuda de la dictadura recae en los más de $504,000,000 de fondos públicos que robó el régimen Duvalier durante sus casi tres décadas de dictadura.
Mientras los haitianos aún esperan a ser redimidos con el dinero que les fue hurtado, durante más de dos décadas han tenido que pagar al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional una deuda que asciende a $844 millones por compromisos incurridos por los Duvalier.

La deuda del cambio climático es algo que defendieron varios países en desarrollo durante la cumbre de Copenhagen. Establece que, “habiendo fracasado en abordar la crisis del cambio climático que ellos mismos han causado, los países ricos tienen una deuda con los que están en desarrollo. Estos últimos han aportado muy poco al cambio climático pero, sin embargo, están enfrentando sus efectos de manera desproporcionada. Haití es uno de los casos más dramáticos. Su contribución al cambio climático ha sido insignificante. Sus emisiones per cápita de CO2 son sólo un 1% de las de EEUU. Sin embargo, es uno de los países más golpeados por el cambio climático”.

El país del dolor impregnado
 
Recorremos la ciudad de Puerto Príncipe junto a Sor Ileana Silva, hermana puertorriqueña de la Caridad que en los años setenta fue misionera en Haití durante cinco años.

Le pregunto si ha visto algún progreso desde aquella época.
“¿Progreso? Lamentablemente, no”, dice. “Las últimas veces que vine antes del terremoto, había más juventud estudiando, eso sí. Pero el país sigue estancado en la misma injusticia, en la gran indiferencia del mundo. No ha habido una presión mundial por Haití. Ojalá y ahora ocurra. Ojalá”.

Etienne (nombre ficticio, a su petición) es un joven haitiano que habla español. Trabaja en la MINUSTAH (Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití) pero es un muchacho muy crítico, sobre todo de la ONU. Consigue algunos víveres y los lleva personalmente a ciertas comunidades. Sabe que la ayuda no llega.

De primera instancia, como la gran mayoría de los haitianos que vamos conociendo, Etienne parece que está bien. Pero poco a poco va soltando. A las dos horas, ya nos ha contado que, contrario al resto de la población, tiene un techo, comida, incluso un carro. Pero está completamente solo. Toda su familia vive en Estados Unidos. Su novia también se fue. Y a partir del terremoto, Etienne ha perdido lo único que le quedaba.

Nos mete por una calle sin salida que desemboca en uno de tantos edificios completamente destrozados, hechos piedra, por el terremoto. Viene aquí todos los días, nos dice. “Era mi facultad. Ahí murieron mis amigos. Están ahí”.
Por las noches, Etienne tiembla. Como todos los haitianos que conocemos a lo largo de varios días, teme otro terremoto. “Como no puedo dormir, por las noches, tomo. Es lo que hago. No puedo irme de mi país. Si no nos quedamos aquí no lo sacamos hacia delante”.

La vida de la mayoría de los haitianos es mucho peor. Benet, por ejemplo, espera sin prisa por un servicio médico sentada en un banco. Vive en una sábana. Perdió a su hijo, perdió su casa, no tiene comida. Lo único que tiene es la vida. Así son los testimonios por todas partes. Quien no perdió un hijo, perdió un marido o no sabe siquiera cuánto ha perdido porque no ha podido contactar a su familia extendida. Los que no perdieron su casa por completo, ya no la habitan por miedo a que se les caiga encima a causa de las grietas. Es el desamparo absoluto.

“Yo dejo mi corazón, mi persona a Dios, a la providencia, porque no tengo otra esperanza”, dice Elandeile, joven madre de cuatro niños, sin un solo rastro de drama en su voz, con una especie de resignación que, más que eso, es una entrega absoluta al destino.

Los haitianos no gustan de regodearse en la tragedia. Son extremadamente dulces, ninguno te niega un saludo, una sonrisa o un intercambio de palabras. Pero el drama de sus vidas es tan excesivo que sus testimonios van al punto, sin extenderse en el hondo y muy complejo espacio del dolor abonado al dolor.

El escenario más hermoso del mundo
 
El día que se cumple un mes del terremoto, salimos a la calle y nos encontramos con el escenario más insólito y más hermoso del mundo: cientos de personas van rezando en grandes procesiones por toda la ciudad. Con pequeños ramos de trinitarias entre las manos, lloran y honran a sus muertos. Pero sin lágrimas. Bailando y cantando. Veo cómo levantan los brazos con esa euforia del desconsuelo extrañamente intercalado con el gran regocijo de estar vivo.
Desesperada, apenas pudiendo apartar la vista del panorama tan sublime, ruego a Sor Ileana que me traduzca algo de lo que cantan: “Jesús, mira mi carga”, interpreta ella de inmediato. “Mi carga pesa… ¿quién me va a ayudar?”


 Esta crónica se publicó originalmente en Claridad en marzo de 2010 y bajo el título Haití, con ojos de solidaridad.

Monday, September 23, 2013

Patetismo dialéctico



Esta es la fórmula del patetismo dialéctico. Es cierto que es bastante tétrico que la reportera no parezca reparar en la inmediata condición de idiotez que va adquiriendo cuando juega a pasarnos gato por liebre. Como si todos acá, al otro lado de la pantalla, fuésemos más idiotas que ella. Sin embargo, hay que ver que en nuestro cautiverio, en la impotencia de ese lugar que ocupamos frente al televisor, hay un patetismo tal vez incluso mayor.

 La escena no sé cuántas veces repetida de la reportera haciendo cobertura de los juegos de baloncesto del Pre mundial en el restaurancito charro de cadena americana como si este fuera un lugar muy legítimo donde ir a buscar impresiones de los fanáticos todos los días del torneo, a mí es que me indigna. Es una gran tomadura de pelo pasar por noticia lo que es un anuncio más. Me dice más del noticiero y de la boba que se presta para hacer la supuesta ‘noticia’ que de la cadena de restaurantes de dudosa calidad.

“Integraciones”, les llaman eufemísticamente a estos engaños masivos a los cuales ya se han adherido hasta los periodistas más serios. Ni siquiera abogo por erradicar la práctica de que el periodista activo se meta a vendedor de cuchillos, de selladores de techo o peces de colores. Sólo pido que no se pretenda engañarnos, empujarnos el buche mediático como si toda la información fuera una misma cosa; indivisible. Que se nos informe clara y honestamente cuándo un periodista está ejerciendo la función democrática, expresiva e indagadora de informar y cuándo está sirviéndole de locutor a un cliente del medio. Esa línea divisoria no puede ser imaginaria. Es responsabilidad del medio y también del periodista marcarla. Ahí también reside la reserva moral de ese personaje en quien se supone confiemos para algo más que para escoger la salsa con que nos van a comer.
A falta de pudor y respeto, hay que repetirse aquello que en Internet le adjudican a Tomás Jefferson, tercer presidente de Estados Unidos de América: “The advertisement is the most truthful part of a newspaper”.

Thursday, September 5, 2013

Missolatría






Ya ni sé qué viene siendo peor; si el culto oficial a ese vacío perenne de la ‘missología’ boricua o el exceso de la insistencia correctiva al añadir el adjetivo ‘brillantes’ a la idea de “mujeres bellas”.
Ahora quieren hacernos creer que hemos evolucionado porque ya no sólo se refieren a las mísis universo como bellas sino también como "brillantes". Me imagino que esa mitología políticamente correcta les es suficiente para justificar que un país en quiebra pretenda atraer alguna inversión con el infantilismo rancio de las reinas de belleza.
Brillantes lo que se dice brillantes, me disculpan pero está difícil de tragar. Es una condescendencia artificial e insufrible, especialmente considerando que la brillantez, señores, no la venden en Marshall’s. La brillantez es una inteligencia cultivada. Cuesta. Para saber hay que sacrificar mucho: leer, observar, releer, preguntar, comenzar a comprender, cuestionar lo aprendido, desaprender, repetir, repensar, recrear.
En un país donde la fuerza laboral y estudiantil es predominantemente femenina, si querían mujeres brillantes, aquí existen miles. Pero empujarme la ‘missolatría’ idiota como valor cultural y elevarla a remedio productivo, es la mejor prueba de que este gobierno anda más cabecihueco que las propias misses.
Reconozco que la obsesión por la belleza es prehistórica. Claro, no esa belleza uniforme e inapetente de los concursos sino aquella que creamos con nuestras experiencias estéticas y culturales, con nuestros temores y amores y conmociones.
Sin embargo, elevar la belleza ‘one size fits all’ a valor nacional, no sólo es una ridiculez sino un atentado, ya no contra las mujeres, acostumbradas como vivimos a ser presas de una sociedad sexista y hostigadora. No. A nosotras no nos pueden dañar más. El atentado es contra las niñas, a quienes los “creativos” del Gobernador les dicen que bella y brillante es un binomio. Que “la mujer puertorriqueña” (whatever that means) tiene valor porque es hermosa y, mientras los hombres son grandes atletas, “genios musicales, guerreros de raza bravía” (cuánto más charro puede ponerse un copy), nosotras estamos primordialmente representadas ante el mundo por unas muchachas que difícilmente aportan lo mínimo a la riqueza cultural, social o científica del País.



























Monday, August 19, 2013

Despampanante


Apenas se vislumbran luces desde la ventana del avión al arribar a La Habana. La electricidad no es símbolo de nada en esta ciudad. Y sin embargo, no hay más que adentrarse un poco en ella para empezar a evidenciar ese gran lugar común que gustan de compartir todas las revistas turísticas del mundo: “Aquí la vida palpita”.

Se ve en las calles encendidas, no de luces ni de automóviles, sino de gente. Gente que camina, gente que observa, gente que se besa y se toca y luego toma algo y espera una guagua o pide “botella” o juega el dominó en la cuadra o mira a los otros pasar, hacer.

Ese olor que defino como una mezcla de tabaco y salitre, te golpea desde que pones pie fuera del aeropuerto y ya no te abandona hasta que te vas.

El malecón de La Habana es una de las grandes maravillas del mundo. Supone un ritual muy sencillo pero tan revolucionario: caminar a lo largo, dejarse mojar un poco por la espuma de las olas que rompen, observar el horizonte, inhalar el salitre, sentir el sol fuerte contra los ojos, contra la frente y los labios. No se es nunca la misma persona después de andar por un malecón así.

Acá tenemos uno breve en la entrada de San Juan. Una orilla hermosísima por donde sólo pasan carros y apenas ocurren cosas. Dicen que algunos hombres aprovechan la invisibilidad del lugar para intercambiarse caricias y servicios. Es un lugar completamente subyacente, mientras el malecón cubano, como todos los malecones del mundo, es el vientre de la ciudad.

No es que Puerto Rico no palpite. En el fondo, ese también es nuestro gran encanto: aún poder hallar una riqueza simple sepultada en el fondo de tanto cemento y espanto. Pero nunca dejaré de clamar por un malecón para San Juan. Puedo tolerar muchas cosas de la historia y el devenir de este país. Pero jamás me repondré a que nos hayamos robado la vista al mar, que es nuestro aliento. Por no entrar en la furia de lo despampanante.

Wednesday, August 7, 2013

"El tiempo va a ser mío"



“El tiempo va a ser mío”. Me he quedado pensando en esa oración de Oscar López Rivera que inspiró la titulación de su entrevista antier en la portada de este periódico.

Algo muere y algo también nace en mí conociendo las cosas que pueden aferrar a un hombre a la vida, a la cordura, al amor y a la lealtad absoluta hacia su país. “El tiempo va a ser mío”. Parece que fuera una de las oraciones más tiernas y avasalladoras que he escuchado jamás. Pero sigo dándole vueltas, porque sé que hay algo ahí que yo no sé explicar; algo que se me escapa demasiado.

Entonces recuerdo. Es como una breve salida airosa, un consuelo ínfimo. Cuando no se comprenden las cosas de esta vida, una puede remontarse a algo que ya haya resuelto su propio misterio, cualquier fragmento de un pasado.

Mi padre siempre consolaba mi ansiedad extrema respecto al tiempo, diciéndome que este era “la medida de la vida”. Si no me equivoco, llegó también a decirme que Pitágoras explicaba el concepto del tiempo como “el alma de este mundo”.

Mucho tiempo después, supe de un hombre al que le “dolía una mujer en todo el cuerpo”. Borges. “Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo”, dice en uno de sus poemas y yo volví a comprender fugazmente, en una mejor luz, esa noción del tiempo cuyo paso absoluto, siempre seguro, puede ser fatal y terrible, terminal. O, por el contrario, una salvación.

“El tiempo va a ser mío”, dice Oscar y yo me quedo con esa bala en la cabeza, con esa sentencia atravesada en el pecho. Lo dice como a quien ya no pueden quitarle absolutamente nada. No diré que lo dice un hombre libre porque no estoy para redundancias ni lugares comunes. Pero de que lo dice un hombre al que le sobra todo –amor, palabras, salud, ideas, convicción– de eso es que no tengo duda.

Sunday, August 4, 2013

Basura: la contraparte de las cosas



Debe ser una de las experiencias más estériles. Algo como una impotencia se impone cuando, corriendo y corriendo, se llega al final de esta tierra, como diciendo lo más lejos posible, y no queda más remedio que detenerse en una orilla de mar, mirar a lo lejos, respirar. Regresar a alguna parte.

Sé que agua y libertad están imbricadas. Que quien se acerca a una orilla siempre busca algo aunque no sepa dar cuenta de qué. Es lo primero que me intriga del acto de Nick y su ‘Basura’. En primer lugar, ese acudir a la orilla. Hay una certeza ahí. Nick sabe que allí hay cosas que pueden encontrarse. Pero esta ‘basura’ no me resulta cabal, rotundamente basura. No se trata necesariamente de desechos sino de cosas que se han dejado atrás: objetos perdidos, algunos intrascendentes, que nadie se volteó a procurar. Otros fueron objetos perdidos que alguien quiso o hubiese querido rescatar y no alcanzó a hacerlo.

Entonces, entre tantas cosas, ‘Basura’ se me alza como un mapa de lo que pudo ser y jamás sería (como todos los boleros del mundo) que fue revocado. Todo aquello que iba a no ser hasta encontrar historia, posibilidad, en este taller de artista.

De la basura apenas se habla ni se piensa. Y sin embargo, es un círculo perfecto ese del descarte, del desecho. ¿Existirá un objeto más trasnacional o actividad humana con mayor alcance, con más capacidad de rastreo, con semejante longevidad, independencia?

De nuevo, hay algo en esa búsqueda en la orilla del mar que no solo me conmueve sino que me hace sentir por quienes transitan entre esos cuerpos de agua. Vislumbro el acto creativo de Nick como la construcción de una nueva radiografía de la actividad humana entre las islas. De Fernand Braudel para acá y a partir de su fijación con el Mediterráneo, algunos estudiosos han sugerido los mares y los océanos como categorías de análisis histórico superiores a aquellos anclados en las estructuras de naciones-estado, por ejemplo, que tanto han imperado en los marcos teóricos. Según ellos, este acercamiento disuelve distinciones artificiales, a veces incluso absurdas, entre regiones supuestamente coherentes y ostensibles, llamando la atención sobre ciertas interacciones sistemáticas, sostenidas a largo plazo, que se llevan a cabo a través de diversos cuerpos de agua[1]. Jerry Bentley ofrece el ejemplo de la esclavitud, que se construyó sobre el escenario (¿acaso también una especie de denominador común?) del Océano Atlántico, protagonizado por tres continentes muy disímiles que crearon un triángulo de actividad, tráfico, relaciones, explotación, sobre el Atlántico (Europa, África, el Caribe).

La ‘Basura’ de Nick Quijano es como la contraparte de las cosas. Una huella. Esa especie de negativo de la actividad humana, o el rastro absolutamente inevitable del tráfico, no solo de la movida ultramarina sino también de nuestros movimientos interiores; los imperceptibles. En sus piezas leo las historias no sabidas de los migrantes del Caribe, la ansiedad contenida de alguien que llegó hasta la orilla y realmente deseó ir más allá; de los miles de transeúntes que prescindieron de una posibilidad.

Leo, en última instancia, mi propia futilidad, esa infecundidad que me otorgan estos arenales-orillas cada vez que llego a ellos en un acto supuestamente liberador, para luego regresar siempre a alguna parte.


Este artículo se publicó originalmente en la revista Cruce.

Notas:
Bentley, Jerry. Sea and Ocean Basins as Frameworks of Historical Analysis. Geographical Review, Vol. 89, No. 2, Oceans Connect (April, 1999) pp. 215-224.

Friday, August 2, 2013

Estupor


 
No sé cómo ocurrió esto. Sé que cada día se vuelve más impositivo, más monumental y expansivo: el acto mediático como política.
¿Por qué anuncian tanto y nunca ocurren los cambios? Existirán las excepciones pero cada vez lo siento más: que todo cuanto ‘hacen’ nuestros  gobiernos es una puesta en escena, una existencia cada vez más mediática, más líquida; ficticia.  
Anhelo el fondo de las cosas. Saber que algo va a suceder. No niego que me emocione ver tanta gente buena reunida en un comité por la cultura; ni que aspiro a que mi país produzca energía renovable y se libere de la dependencia. El problema es que hay algo que impide que todas estas gestiones bien intencionadas a la larga cambien algo. Y es que las iniciativas de nuestros gobiernos están cada vez más diseñadas como actividades mediáticas donde el rostro, la figura excelsa, el discurso y la palabrosería componen ‘la cosa’, otorgan el supuesto significado.
Pero no hay relación entre el sistema de significado y el sistema de simulación, decía Baudrillard. Y también decía que vivíamos en un “estupor”. Eso. En ese estupor soy. A veces el discurso le queda bien al señor de turno. A veces la actividad es un éxito y el lema conmueve. Otras, le falta inteligencia, charm. ¿Y qué? El problema es que nuestra vida sigue igual, que hay que seguir resolviendo por cuentapropia, creando la felicidad privada porque el país ofrece poco. Que no hay un efecto entre estas puestas en escena y nuestras vidas porque no hay un plan para penetrar las estructuras baldías de este sistema ni una hoja de ruta inteligente y sostenible que conecte unos problemas con otros y provea verdaderas posibilidades para la ejecución.
La visita de Clinton, muy bien. Todo a la altura. Pero, en el fondo, hasta los que quedamos satisfechos con la función, apagamos la tele sabiendo que es un bluff, que ni remotamente tenemos estructura en la AEE para esto y que –en última instancia- la mejor evidencia de que tampoco hay voluntad política para ello es, precisamente, la perenne mediatización del acto de gobernar.














Friday, July 19, 2013

Rinoplastia


En Machu Picchu, buscando la rinoplastia...

Llevo tiempo ignorando estos mensajes como mejor puedo. Pero -para qué negarlo- en el fondo siempre siento que, detrás de este misterio, hay algo que me estoy perdiendo.

Cada día me ofrecen una cantidad de cosas indescifrables por vía del correo electrónico. Usted tiene que comprender mi pavor. Una sabe que hay promesas que matan: “Cavitación, crioterapia, extirpación, presoterapias, dermoabrasión, vacumterapia, electroestimulación, calor profundo, microdermabrasión, reflexología, drenaje linfático, radiofrecuencia, manta térmica, ácido glicólico, mascarilla caliente, liporreducción, exfoliación en seco”.  

Nótese la repetición de lo ‘abrasivo’, ‘caliente’, ‘ácido’. El último que recibí ofrecía un cupón para conseguir una “rinoplastia” en Plaza las Américas por $2,200. Ya no solo me pregunto quién cumple con los requisitos para solicitar una rinoplastia sino ¿cuánto se pagaría por ella si no mediara un cupón? Me hago estas preguntas con mucho temor pero más me aterra hallarles respuesta.

Lo peor de todo es saber que, mientras me encierro en mi ignorancia, miles de personas tienen que estar haciendo uso de estos ‘cupones’. De lo contrario, no seguirían llegando día tras día a mi buzón. Entre tantos temores, también temo preguntarles a mis amistades si han recibido los servicios de una crioterapia, cavitación o extirpación. Eso sí, de un tiempo a esta parte, inspecciono a la gente a mi alrededor con la misma curiosidad con que antes inspeccionaba el mundo, buscando ese rastro de ‘crioterapia’ por todas partes

Pero qué sé yo. Últimamente me ha dado por pensar que la rinoplastia y sus parientes son unas cuestiones muy ambiguas y escurridizas. Es que no encuentro nada estrambóticamente distinto entre mis semejantes. Al menos, nada que luzca 2,200 dólares distinto. 

Una pensaría que, ante esta avalancha de temerarias posibilidades, saldrías cuestionándote, como en el Frankenstein de Mary Shelley: “Why did you form a monster so hideous that even you turned from me in disgust?” Pero qué va. Las cosas ya no tienen drama. Seguro hay miles de personas con cavitación a cuestas por las calles y nadie se da cuenta. Excepto por este cupón que, cual contraseña de cofradía secreta, llega -puntual y enigmático- mañana tras mañana.

Saturday, May 18, 2013

Ardor

Parecía tan sencillo. Apenas se trataría de aprobar una ley que ha debido existir desde hace mucho tiempo: Prohibir la discriminación por razón de preferencia sexual e identidad de género.
¿Cuál es la emergencia nacional? ¿Por qué este pánico? Cuántas veces hubo que decirle a la senadora Rossana López que podía salir de su escondite, decir lo que quisiera. Es lamentable que, siendo tan joven, sufra de esos ataques de miedo. La criticarán, Senadora. Más allá de eso, la vida continúa. Relájese, exprésese. Eso sí, trate de decir algo. He visto cómo está desarrollando una especialidad en hablar sin decir nada. Sé que no es fácil. La competencia está fuerte. Al menos por el ala azul, coronada por el verbo del tal Chayanne Martínez, encontrará toda una mina de desvarío y necedad creativa. Desde el temerario “tengo que aclarar que tengo amigos gay pero…" hasta los “amigos lésbicos”, las “nominaciones” sexuales, “los peligros de la niñez, tan volátil”,  y “los compañeros (gay) que por no ser discretos con su intimidad se expusieron a la violencia”. 
El discrimen, en todas sus formas, es como el secuestro, como el asesinato, como la violación. Nadie puede estar a favor de él. Para que las democracias puedan desarrollarse y ser inclusivas, hay que erradicar absolutamente todas las formas de discrimen. Eso es lo que logró encausar el Senado con la aprobación del proyecto 238 a pesar de la delegación de analfabetas del PNP. Y es también lo que deberá hacer la Cámara próximamente.
Si las iglesias quieren condenar la homo, trans, bi, intersexualidad, o el sexo mismo; si gustan de abogar por el matrimonio entre hombres y mujeres de fe, para eso tienen libertad de púlpito. Que convoquen a quienes quieran y les pandereteen y les griten por los altoparlantes las bondades del casamiento, de la heterosexualidad, de la falda larga y el pelo largo y el diezmo más largo todavía, si es que eso les alivia el ardor moral.
Pero que entiendan que con el estado de derecho no pueden meterse. Y que no lo digo yo. Lo dice el sentido común. Y la Constitución de Puerto Rico.


Publicado originalmente en el diario El Nuevo Día el 18 mayo de 2013.

Sunday, May 12, 2013

Regresar

 

“That chick is ballsy”. Tengo esta especie de voz diáfana, profunda y analítica que me acompaña a todas partes. Son mis amigos en el extranjero, siempre informándome primero sobre las noticias de Puerto Rico. “She has a vibe of unbridled idealism. And the flag she draped herself in was nationalist blue. She looked good. It worked. And they love her”, termina este manifiesto de amor a la alcaldesa de San Juan en su toma de posesión.

Me textean como partiendo de la premisa de que estoy siempre al tanto de lo último: “Wow, lo de Kobbo… very impressed”. Y yo acá en medio de un tapón, “¿Qué de Kobbo? ¿Renunció? ¿Huyó en un helicóptero, le metió las manos a Joe Ramos?”

Así, voy a mis cosas con toda esta sabiduría de fondo en la que confío sin reservas pues mis amigos son más exhaustivos y listos que yo.

Tony ni siquiera me habla en español. Vive en un estado muy lejano, frío como imagino el fin mismo del mundo. Pueden pasar años y no viene a Puerto Rico. No le quedan familiares acá. Sé que, desde hace tiempo, éste ya no es país para él y no estoy segura de si querría volver algún día. Sí sé que, en su momento, lo expulsó la ausencia de una industria cultural. Había aquí muy poco que ofrecerle a gente como Tony, que no concebía dedicarse a otra cosa que no fuera el cine, la escritura y la pintura. Constantemente me pregunto por qué, a pesar de haber puesto tanta distancia física con el país, Tony sigue siguiéndole el rastro a este lugar de manera casi obsesiva.

Lo mismo ocurre con mi amiga, la que vive en Europa. No quiere volver porque no encuentra correspondencia con el país. Y sin embargo, a diario se atraganta los periódicos de arriba abajo. Para hablar con ella, debo prepararme cabalmente para no sentirme que vivo en la Luna cuando empieza a interrogarme sobre la bancarrota del Gobierno, las degradaciones de Moody’s, el fenómeno Bernabe, el fondo electoral, la Universidad, los asesinatos, la Yulín.

Siempre me ocurre. Cuando pienso en el país que yo quisiera tener, invariablemente imagino un lugar donde mis amigos quieran regresar.

(La foto es de Toñito Zayas. Tomada de PH).