Friday, March 1, 2013

Galeón



“¡Carajo! -gritó-. Macondo está rodeado de agua por todas partes”.
He tenido que releer algunos tramos de Cien años de soledad por estos días. Hermoso como todo en ese libro es el episodio en el que José Arcadio Buendía descubre que Macondo está muy cerca del mar al encontrarse con un galeón español abandonado en medio de la tierra:
Toda la estructura parecía ocupar un ámbito propio, un espacio de soledad y de olvido, vedado a los vicios del tiempo y a las costumbres de los pájaros. En el interior, que los expedicionarios exploraron con un fervor sigiloso, no había nada más que un apretado bosque de flores”.  
La primera reacción de José Arcadio al saberse aislado fue terrible. “Nunca llegaremos a ninguna parte. Aquí nos hemos de pudrir en vida sin recibir los beneficios de la ciencia”.
Así es la sensación que tengo con esto de la privatización del aeropuerto. Una especie de fatiga que me hace cuestionarme el sentido de libertad de todos los implicados en esta transacción. ¿A quién se le ocurre entregar a quién sabe quién su salida hacia el mundo?
Entonces hay que escuchar a este nuevo “gobernador” decir todas estas bobadas sobre “nuestra palabra” empeñada. Uno de los problemas que tiene AGP es que, como dice mi colega Miguel Rodríguez Casellas, quiere parecer el padre de todos nosotros. De ahí su tono condescendiente de hacendado enguayaberado. Y, sin embargo, da la fuerte impresión de ser un niñito desaclimatado que solo pudiera gobernar el país como por PlayStation. Constantemente me encuentro preguntándome: ¿tendrá alguna idea de lo que hace?
Gobernador: ¿qué rayos es eso de nuestra palabra empeñada? ¿La de quién? Por mí ni se preocupe, créame. Me importa mucho más preservar mi única salida al mundo que quedar bien con una empresa de no sé qué.
El galeón rosado está en su sala. Estamos rodeados de mar, si no lo sabía. En un archipiélago que ni siquiera tiene control sobre sus fronteras, ¿no le da por pensar que el aeropuerto tiene su centralidad?