Monday, September 23, 2013

Patetismo dialéctico



Esta es la fórmula del patetismo dialéctico. Es cierto que es bastante tétrico que la reportera no parezca reparar en la inmediata condición de idiotez que va adquiriendo cuando juega a pasarnos gato por liebre. Como si todos acá, al otro lado de la pantalla, fuésemos más idiotas que ella. Sin embargo, hay que ver que en nuestro cautiverio, en la impotencia de ese lugar que ocupamos frente al televisor, hay un patetismo tal vez incluso mayor.

 La escena no sé cuántas veces repetida de la reportera haciendo cobertura de los juegos de baloncesto del Pre mundial en el restaurancito charro de cadena americana como si este fuera un lugar muy legítimo donde ir a buscar impresiones de los fanáticos todos los días del torneo, a mí es que me indigna. Es una gran tomadura de pelo pasar por noticia lo que es un anuncio más. Me dice más del noticiero y de la boba que se presta para hacer la supuesta ‘noticia’ que de la cadena de restaurantes de dudosa calidad.

“Integraciones”, les llaman eufemísticamente a estos engaños masivos a los cuales ya se han adherido hasta los periodistas más serios. Ni siquiera abogo por erradicar la práctica de que el periodista activo se meta a vendedor de cuchillos, de selladores de techo o peces de colores. Sólo pido que no se pretenda engañarnos, empujarnos el buche mediático como si toda la información fuera una misma cosa; indivisible. Que se nos informe clara y honestamente cuándo un periodista está ejerciendo la función democrática, expresiva e indagadora de informar y cuándo está sirviéndole de locutor a un cliente del medio. Esa línea divisoria no puede ser imaginaria. Es responsabilidad del medio y también del periodista marcarla. Ahí también reside la reserva moral de ese personaje en quien se supone confiemos para algo más que para escoger la salsa con que nos van a comer.
A falta de pudor y respeto, hay que repetirse aquello que en Internet le adjudican a Tomás Jefferson, tercer presidente de Estados Unidos de América: “The advertisement is the most truthful part of a newspaper”.

Thursday, September 5, 2013

Missolatría






Ya ni sé qué viene siendo peor; si el culto oficial a ese vacío perenne de la ‘missología’ boricua o el exceso de la insistencia correctiva al añadir el adjetivo ‘brillantes’ a la idea de “mujeres bellas”.
Ahora quieren hacernos creer que hemos evolucionado porque ya no sólo se refieren a las mísis universo como bellas sino también como "brillantes". Me imagino que esa mitología políticamente correcta les es suficiente para justificar que un país en quiebra pretenda atraer alguna inversión con el infantilismo rancio de las reinas de belleza.
Brillantes lo que se dice brillantes, me disculpan pero está difícil de tragar. Es una condescendencia artificial e insufrible, especialmente considerando que la brillantez, señores, no la venden en Marshall’s. La brillantez es una inteligencia cultivada. Cuesta. Para saber hay que sacrificar mucho: leer, observar, releer, preguntar, comenzar a comprender, cuestionar lo aprendido, desaprender, repetir, repensar, recrear.
En un país donde la fuerza laboral y estudiantil es predominantemente femenina, si querían mujeres brillantes, aquí existen miles. Pero empujarme la ‘missolatría’ idiota como valor cultural y elevarla a remedio productivo, es la mejor prueba de que este gobierno anda más cabecihueco que las propias misses.
Reconozco que la obsesión por la belleza es prehistórica. Claro, no esa belleza uniforme e inapetente de los concursos sino aquella que creamos con nuestras experiencias estéticas y culturales, con nuestros temores y amores y conmociones.
Sin embargo, elevar la belleza ‘one size fits all’ a valor nacional, no sólo es una ridiculez sino un atentado, ya no contra las mujeres, acostumbradas como vivimos a ser presas de una sociedad sexista y hostigadora. No. A nosotras no nos pueden dañar más. El atentado es contra las niñas, a quienes los “creativos” del Gobernador les dicen que bella y brillante es un binomio. Que “la mujer puertorriqueña” (whatever that means) tiene valor porque es hermosa y, mientras los hombres son grandes atletas, “genios musicales, guerreros de raza bravía” (cuánto más charro puede ponerse un copy), nosotras estamos primordialmente representadas ante el mundo por unas muchachas que difícilmente aportan lo mínimo a la riqueza cultural, social o científica del País.