Monday, December 1, 2014

Florecer


 

La observación del mundo es una experiencia brutalmente esquiza. De un lado, su belleza extrema, todo lo que nos hace querer vivir para siempre: la magnificencia de los árboles y las estrellas; de las puestas de sol sobre el mar más increíble. El cariño y la imaginación desbocada de los niños; la dulzura y devoción del amor, la euforia de la creación.

Y al otro lado de la inmensidad, el espanto, creación de la Humanidad. Lo de Ferguson, Missouri, como lo de Ayotzinapa, México, han sido atrocidades de grandes dimensiones. Marcas de las que no quiero curarme jamás. Porque los actos tienen que tener consecuencias. Y si los Estados viven en un estado perenne de impunidad, nosotros, la gente, tenemos que hacerlos responsables. Por eso  digo que no me curo. No paso la página. No olvido ni perdono.

He hecho un breve índice de las historias sobre Michael Brown y los 43 desaparecidos de Ayotzinapa. Vi incluso videos caseros del cuerpo del joven afroamericano tirado en medio de la calle; de los familiares de los 43 tratando de encontrar algún signo de sus muchachos. Estuve allí de cierta forma extraña.

Las últimas palabras de Brown (“I don’t have a gun. Stop shooting”) volvían a taladrarme mientras el fiscal, muy circunspecto él, un baboso de primera línea, daba la noticia de que Darren Wilson, el policía que asesinó a Brown, no sería juzgado. Es decir, que el Estado asesine a un adolescente negro desarmado no tiene consecuencias. Está permitido.

Supuestamente Wilson temió por su vida. A mí me importa un bledo. Lo dijo mucho mejor y antes que yo el juez Brandeis en Whitney v. California: “Fear of serious injury cannot alone justify suppression of free speech and assembly. Men feared witches and burned women...”.
(“El temor de daño grave no puede por sí solo justificar la supresión de la libertad de expresión y de reunión. Los hombres temían brujas y quemaron mujeres”).

No me curo. No paso la página. No olvido ni perdono. Pero de algo estoy segura: de la rabia florecimos. Y floreceremos.   

(Foto por Andrés Deyá) 


Friday, October 31, 2014

Senilidad


Tiene que haber sido el hombre más solo del mundo. No dudo que tuviera aprensión de su rol. No debe ser fácil ser el mensajero del absurdo. Aún así, el ex-embajador de EE.UU., se paró ante los representantes de 193 países para defender lo que hace ya décadas es indefendible: el bloqueo a Cuba. 

“Esta resolución sólo sirve para distraer la atención de los problemas reales que enfrenta el pueblo cubano”, balbuceaba este genio de la diplomacia en medio de la Asamblea General de la ONU. 
Ni siquiera Israel, incondicional fanático de EE.UU., se paró a defender su voto de sello de goma. Estos dos votitos solitarios parecen un signo de senilidad ante los 188 países que votaron en contra del Embargo, algunos defendiendo su posición con ardor. Estos 55 años de embargo a Cuba deben ser de los más desalmados y descabellados de la historia. ¿Que existen grandes desafíos de derechos humanos en Cuba? Sí. Pero no más que en EE.UU., donde se torturan los presos políticos, donde aún existe la pena de muerte y el 1% de la población controla el 43% de la riqueza. No más que en México, donde acaban de desaparecer a 43 jóvenes, donde el feminicidio está impune desde 1993. Los ejemplos sobran. 
El gesto gringo de enviar militares a los países afectados por el ébola en África, palidece ante el ejército de 500 médicos que ha enviado Cuba. Esto a pesar de que EE.UU. no ha sido capaz de comprometerse a ofrecer sus facilidades hospitalarias en la zona para tratar a los médicos cubanos que se contagien. 
Los médicos cubanos han atravesado el mundo llevando su ayuda voluntaria a los lugares más necesitados. En Haití, no sólo se quedaron cuando todas las cámaras de TV y los países buscones se retiraron después de cada catástrofe. Trataron la epidemia del cólera y enviaron cientos de haitianos a hacerse médicos en Cuba. 
¿Cómo es posible que un país pobre que está haciendo semejantes aportaciones al mundo todavía sufra uno de los bloqueos más mezquinos de la historia?

Wednesday, October 15, 2014

Devastación


“Yo también existo. Declárame”. Volví a pensar en ese letrero profético, alzado sobre una escuelita en el camino fronterizo entre República Dominicana y Haití. La determinación de la Corte Constitucional dominicana de negar la ciudadanía de miles de personas nacidas de trabajadores inmigrantes haitianos desde 1929 me lo hizo recordar. 

Pensé también en las obsesiones de mis profesores de Historia, siempre desenterrando cosas viejísimas. Por Juan Giusti Cordero conocí las Devastaciones de Osorio. 1605. El rey de España ordena al gobernador de La Española, Antonio de Osorio, devastar la parte occidental de la Isla y trasladarla más cerca de Santo Domingo.

La palabra lo dice todo: devastación. A fuerza de fuegos, de guerra, de muerte, toda esa tierra fue despoblada. En ese entonces, la Española era prácticamente tierra de nadie, o más bien de contrabandistas. España concentró su poder en las colonias continentales y había perdido control en las Antillas.

Vacía y devastada, eventualmente los franceses tomaron posesión de esa tierra. Y nació la inmensa Haití, que dos siglos después sería la primera nación libre de América Latina.

La historia de este pueblo ha sido de un dolor extremo, de una crueldad insospechada que ahora sólo vuelve a institucionalizarse con la decisión fratricida de República Dominicana.

Yo, ciudadana puertorriqueña (y estadounidense por imposición sádica), imagino una ciudadanía expansiva de las Antillas. Que, en vez de frontera imperial, el Caribe sea un lugar donde se renominen las nacionalidades, donde podamos transitar libremente para hacer lo que todo el mundo en esta vida quiere hacer: amar, trabajar, construir.

Los haitianos son la gente más dulce e inmensa que he conocido. El día que se cumplió un mes del terremoto de 2010 fue uno de los más importantes de mi vida. Allí, en Puerto Príncipe, vi el escenario más insólito y hermoso del mundo: cientos de personas en procesión. Cargando pequeñísimos ramos de trinitarias, lloraban y honraban a sus muertos. Pero sin lágrimas. Bailando y cantando.

Los vi levantar los brazos con esa euforia del desconsuelo extrañamente intercalado con el regocijo de estar vivos. Y recuerdo su canción: “Dios, mira mi carga. Mi carga pesa… ¿quién me va a ayudar?”

Monday, October 13, 2014

Sinatra

 

Hace unos meses supimos –por los buenos oficios de este diario- del peculiar cuartel de la Policía donde ese breve espacio en que no estaba la foto del Gobernador sí tenía un curioso cuadro de frente: el retrato de Frank Sinatra.  
 Si aparece la foto de García Padilla, se colocaría frente a la de Sinatra”, aseguraban los agentes. Y, al preguntársele si le gustaba el recurso decorativo, uno de ellos respondió: “Correcto. Muchas personas han dicho 'mira qué bonito se ve'. Se le ha dado otro toque al cuartel”.
Yo me quedé con aquello. Caramba, me divierte mucho, pensé. Parece la escena magistral de una novela de Eduardo Lalo. Pero -la verdad- está fuerte. Para el Gobierno y para la ciudadanía. “¿Frank Sinatra?”, volvía a preguntarme alucinada. “¿Esta gente estará en sus cabales?”
“A mí manera”, me parecía que gritaban muertos de risa los agentes en aquel acto no verbal tan contundente.
Volví a acordarme de esto con la visita de Molusco a Fortaleza. “¿Molusco?”, me dije. “¿En serio?”
No tengo algo en contra de Molusco, que ha hecho lo que ha podido y querido. Cada quien tiene su rol, sus deseos y ambiciones en esta sociedad disfuncional. ¿Pero exactamente en qué estaban pensando el Gobernador y su séquito cuando lo invitaron a hablarles nada más y nada menos que a los estudiantes de alto honor del sistema de educación pública?
‘Esto es lo que hay para ustedes: Molusco’. Ese es el mensaje a nuestros jóvenes más talentosos y de menos recursos económicos. Si hubiesen sido de San Ignacio o de San José, a ningún achichincle del Gobernador se le habría pasado siquiera fugazmente por la cabeza llevarles a Molusco como modelo de inspiración. Ya puedo ver la lista de los invitados potenciales para estos otros alumnos: científicos, escritores, artistas, investigadores de la NASA, líderes comunitarios, políticos finos (escasean, lo sé), selectos miembros de ese ámbito de la vida que simboliza la promesa de un mundo mejor.  
Esto no es menos que un insulto a nuestros jóvenes más preparados. La Fortaleza se merece una foto de Sinatra sustituyendo la del Gobernador en cada cuartel de la Policía.


Friday, September 5, 2014

Suicidios



Colecciono noticias sobre suicidios. Llevo años en eso, siempre pensando que un día voy a atreverme a escribir una nota sobre ese acto oculto que tanto nos espanta y del que muy poco hablamos.

Nunca olvido a aquella mujer que hace unos años agarró en brazos a su bebé de un año y se tiró ventana abajo desde su apartamento en Trujillo Alto. Ni olvido la sensación límite de impotencia cada vez que alguien me confesó su deseo de suicidarse, el miedo a la mortificada idea de decir una estupidez, balbucear un cliché inútil, alguno de los lugares comunes más temibles del léxico. Cuando alguien te decreta su deseo de morir, nace otra ausencia, el mundo trata de descomponerse y el nombre de ese cuerpo desprovisto se te inscribe en la sien. 

Las notas de prensa son parcas como un telegrama. Mencionan el nombre del ‘sujeto’, el lugar y horario de los hechos, la modalidad de muerte, todo muy puntual y genérico. Y una se queda con sus preguntas, con ese trago espeso, con el letargo. Y una certeza muda, la culpa afásica, innombrada, de que algo tuvimos que ver en esa historia que se construye en la memoria mediática como algo remoto, personal, casi aislado.

El profesor Keating, de Dead Poets Society, interpretado por el genial Robert Williams, decía que “la medicina, el derecho, los negocios, la ingeniería son actividades nobles y necesarias para sostener la vida. Pero la poesía, la belleza, el romance, el amor son las razones por las que permanecemos vivos”.

La riqueza o pobreza de una sociedad no se miden solo con indicadores económicos. Se miden también en el sentido de la belleza, en el deseo, en la empatía y la solidaridad colectivas.

Se estima que un millón de personas en el mundo se suicida cada año. En Puerto Rico, en 2014 ya han sido más de 99. La pregunta se nos impone. ¿Cómo se construye una sociedad para la vida?







Conspiración




En medio de este eterno regreso de discusiones estériles sobre nuestro “estatus”, ha surgido la noticia de que Julia de Burgos, poeta, nacionalista, pudo haber fallecido a causa de una experimentación médica de las muchas que el gobierno de Estados Unidos ha utilizado por años para hacer daño a personas ‘sediciosas’.
Rápido proliferan las reacciones de que esta es otra “teoría de conspiración” de independentistas. Mientras el país tiene que tragarse la inapetente discusión de los populares sobre sus misteriosas fórmulas de estatus, resulta que los independentistas tenemos “complejo de persecución”.
En efecto, ahora habrá que ahondar en la investigación sobre las causas de muerte de Julia de Burgos. Sin embargo, lo que reluce cuando se descarta el asunto como una teoría de conspiración es una ignorancia apabullante. A nadie que conozca la historia de Puerto Rico puede parecerle insólita esta alegación. A fin de cuentas, el tiempo siempre le ha dado la razón al independentismo que denunció crímenes terribles que por mucho tiempo no espantaron a nadie.
No resultó ser un invento nacionalista que, en los años 30, el Dr. Cornelius Rhoads deliberadamente inyectaba células cancerosas a pacientes puertorriqueños porque esta isla “sólo sería habitable si se exterminaba esta raza”. Como tampoco lo fue el asesinato lento de Pedro Albizu Campos, torturado por las autoridades puertorriqueñas y federales, sometido a radiación involuntaria en la cárcel, contagiado con tuberculosis. La suerte de otros nacionalistas presos fue la misma.
Tampoco fue una fantasía paranoica que a Lolita Lebrón la enviaran 8 meses a un hospital psiquiátrico mientras estaba presa en Estados Unidos, sin evidencia de que necesitara semejante tratamiento. Lolita llegó a contar con mucha lucidez aquel momento, así como parte de las torturas a las que fue sometida, incluyendo la misma irradiación de rayos que denunciaban otros nacionalistas.

La única fantasía sobre la posibilidad de que Julia de Burgos también haya sido víctima de una experimentación médica perversa, es la de descartar que esto sea creíble. Lo único insólito es que, con la experiencia acumulada, no lo hayamos sospechado antes.   

Fútbol, Kafka y libertad


De nuevo esta fecha tan extraña. 4 de julio, un día que siempre trata de borrarse en alguna playa atestada de gente. Este año lo pasamos ante la gran pantalla del Mundial. El fútbol en estos días es un gran lenguaje para acercarse al mundo.

Este día siempre me es agridulce. No importa que haya pasado toda mi vida en esta misma circunstancia, todavía no entiendo cómo es posible que, a estas alturas del siglo XXI, no seamos un país independiente. Todavía siento el malestar diario de tener que llevar una vida de adulta, con todas las libertades y responsabilidades que ello conlleva mientras, simultáneamente, debo vivir en esta eterna infancia política. Hay algo muy atroz ahí. La paradoja es perversa. No es tan clichoso reclamar el trasunto kafkiano. Vivimos tratando de encontrarle significado a este “proceso” impuesto, tan invasivo y tenaz. Su propia prolongación marañosa nos consume a diario sin llegar a comprenderla nunca, sin la posibilidad de avanzar, de culminar, de deshacernos de ella y arribar a un estado más alto.

Si algo tienen en común todos los equipos que participan en la Copa Mundial es un día de independencia. En honor al mejor lenguaje colonial, tras sus gestas libertarias, de ser terroristas según sus imperios, ahora cada pueblo tiene a sus mártires, héroes y heroínas de ‘la Patria’. El próximo será Cataluña, cuya independencia ya se vislumbra inevitable y marcará el final retrasadísimo de la colonización española.

Por eso me está gustando tanto este Mundial, porque es ver al fin, en el sofisticado lenguaje del fútbol, las pequeñas justicias simbólicas del mundo.

Los grandes han ido quedando atrás. Las viejas colonias, Costa Rica, Chile, Colombia, Argentina, Brasil y Uruguay derrotarían paciente, suculentamente a los colonizadores. Cayó España, cayó Inglaterra, cayó Portugal y ahora cayó Estados Unidos.

En un once pa’ once, en un solo cerco y en un solo lenguaje: el de las patadas. En este día, así es que me gusta almorzarme al imperio de mi vida.  







Friday, June 20, 2014

Modelo


 
Siempre me niego a repetir esas sentencias sobre la condición supuestamente excepcional de Puerto Rico en acontecimientos absurdos e inverosímiles. La aseveración de que ‘esto es Macondo’ nunca me ha parecido rigurosa pues en todos los países pasan cosas tan descabelladas como aquí. Así, siempre ando aguándole la fiesta a mis pares, argumentando con pasión que no somos tan extraordinarios nada. 
En estos días, sin embargo, he tenido que cuestionar mi máxima, y he comenzado a aceptar que tal vez las cosas que pasan aquí son más extravagantes y disparatadas que el promedio del continente americano, digamos.
Llevo días oyendo a los agricultores enviados por la secretaria de Agricultura, Myrna Comas, para atacar el proyecto que crearía el Bosque Modelo. Alegan los mensajeros que el Bosque “eliminará” 7,000 fincas (si alguien sabe cómo, ruego me explique). Y prohibirá terminantemente la agricultura convencional y su correspondiente uso de abonos, plaguicidas y otros métodos. Hacía tiempo que no escuchaba una discusión pública más bizarra. Una llega a pensar que son un caso para la ciencia.
Bosque Modelo propone una corporación sencilla que, gobernada por un comité multisectorial, promoverá una política pública de desarrollo sostenible en regiones rurales muy rezagadas en el País. Es un proyecto de gobernanza moderna y participación comunitaria.
Lo único que puede y pretende hacer según se desprende del proyecto de ley, es promover la agricultura ecológica, de acuerdo al principio de sustentabilidad, que es vital en cualquier bosque modelo del mundo. Más allá de eso, ¿alguien puede siquiera imaginarse una redada nacional anti-plaguicidas?
Los disparates de los enviados de Comas levantan muchas preguntas. ¿Por qué se inventan estos absurdos? ¿La Fortaleza permite que una secretaria de agencia boicotee un proyecto de administración para el desarrollo socioeconómico sostenible? En un momento en que todo lo que sale de Fortaleza hunde cada vez más al Gobernador, ¿por qué no aprovechan la única propuesta fértil que tienen sobre la mesa y aprueban el proyecto auténtico de Bosque Modelo, creado meticulosamente por un grupo de comunidades, academia y Gobierno? ¿Quiénes le temen a qué? ¿Por qué?












Tuesday, June 17, 2014

Beso masivo


Si algo me fascinó de Madrid cuando fui por primera vez en 1999, fue ver cómo las parejas -todas ellas- se besaban todo el tiempo y por todas partes (de la ciudad).
Mi situación de extranjera solitaria me permitía el morbo de observarlos con detenimiento y hasta regodearme en el estudio espontáneo de sus motivaciones, grados de gozo y habilidades. Juro que todos eran besos húmedos. Y que no le causaban pavor ni a la viejecita más devota.
Pero en el Capitolio de nuestro inaudito archipiélago, un beso es más bien un misíl, una declaración de guerra.
Un beso. Un besito solo -alegre, simbólico, inofensivo- ha venido a interponerse en el futuro de nuestro Código Civil. Cómo explicarle al mundo -con toda la seriedad, el contenido absoluto que envuelve ese sustantivo- que los ojos vírgenes de nuestros legisladores no toleran la imagen de dos hombres juntando sus labios en señal de paz.
Leía El Nuevo Día que “según De Castro Font, el beso en la boca que su primo, el activista gay Pedro Julio Serrano, se dio con su novio en una vista pública hizo que varios legisladores reafirmaran su oposición a las uniones de hecho. ‘Le hizo más daño que bien’”.
Ante tanta ñoñería, no sé ni qué pensar. ¿Sabrá el senador “auténtico” cómo se hacen los bebés, cómo se extinguen las pasiones, cómo se sustenta un cuerpo?
Me imagino a los niñitos que van de gira al Capitolio, consolándolo en pleno tour. “Señor, tranquilo, es sólo un beso, ocurre todo el tiempo”.
Si esto ha logrado semejante exaltación en los señores medievales, si ha amenazado hasta el estado de derecho del País, se me ocurre una idea, un sueño, debo admitir: un chupete masivo en las escalinatas del Capitolio. Un beso denso, extenso, pluralista. Un beso de hecho que, cual vela frankenstiana, termine desconcertándolos, fulminándolos con un ataque masivo de nervios y de frigidez.
Eso sí, me uno a la protesta de Yara, mi colega de esta columna, aquella semana de los hechos y, esta vez, el beso de lengua por favor.
  

(Publicada originalmente en septiembre de 2007 en el diario El Nuevo Día)