Friday, June 20, 2014

Modelo


 
Siempre me niego a repetir esas sentencias sobre la condición supuestamente excepcional de Puerto Rico en acontecimientos absurdos e inverosímiles. La aseveración de que ‘esto es Macondo’ nunca me ha parecido rigurosa pues en todos los países pasan cosas tan descabelladas como aquí. Así, siempre ando aguándole la fiesta a mis pares, argumentando con pasión que no somos tan extraordinarios nada. 
En estos días, sin embargo, he tenido que cuestionar mi máxima, y he comenzado a aceptar que tal vez las cosas que pasan aquí son más extravagantes y disparatadas que el promedio del continente americano, digamos.
Llevo días oyendo a los agricultores enviados por la secretaria de Agricultura, Myrna Comas, para atacar el proyecto que crearía el Bosque Modelo. Alegan los mensajeros que el Bosque “eliminará” 7,000 fincas (si alguien sabe cómo, ruego me explique). Y prohibirá terminantemente la agricultura convencional y su correspondiente uso de abonos, plaguicidas y otros métodos. Hacía tiempo que no escuchaba una discusión pública más bizarra. Una llega a pensar que son un caso para la ciencia.
Bosque Modelo propone una corporación sencilla que, gobernada por un comité multisectorial, promoverá una política pública de desarrollo sostenible en regiones rurales muy rezagadas en el País. Es un proyecto de gobernanza moderna y participación comunitaria.
Lo único que puede y pretende hacer según se desprende del proyecto de ley, es promover la agricultura ecológica, de acuerdo al principio de sustentabilidad, que es vital en cualquier bosque modelo del mundo. Más allá de eso, ¿alguien puede siquiera imaginarse una redada nacional anti-plaguicidas?
Los disparates de los enviados de Comas levantan muchas preguntas. ¿Por qué se inventan estos absurdos? ¿La Fortaleza permite que una secretaria de agencia boicotee un proyecto de administración para el desarrollo socioeconómico sostenible? En un momento en que todo lo que sale de Fortaleza hunde cada vez más al Gobernador, ¿por qué no aprovechan la única propuesta fértil que tienen sobre la mesa y aprueban el proyecto auténtico de Bosque Modelo, creado meticulosamente por un grupo de comunidades, academia y Gobierno? ¿Quiénes le temen a qué? ¿Por qué?












Tuesday, June 17, 2014

Beso masivo


Si algo me fascinó de Madrid cuando fui por primera vez en 1999, fue ver cómo las parejas -todas ellas- se besaban todo el tiempo y por todas partes (de la ciudad).
Mi situación de extranjera solitaria me permitía el morbo de observarlos con detenimiento y hasta regodearme en el estudio espontáneo de sus motivaciones, grados de gozo y habilidades. Juro que todos eran besos húmedos. Y que no le causaban pavor ni a la viejecita más devota.
Pero en el Capitolio de nuestro inaudito archipiélago, un beso es más bien un misíl, una declaración de guerra.
Un beso. Un besito solo -alegre, simbólico, inofensivo- ha venido a interponerse en el futuro de nuestro Código Civil. Cómo explicarle al mundo -con toda la seriedad, el contenido absoluto que envuelve ese sustantivo- que los ojos vírgenes de nuestros legisladores no toleran la imagen de dos hombres juntando sus labios en señal de paz.
Leía El Nuevo Día que “según De Castro Font, el beso en la boca que su primo, el activista gay Pedro Julio Serrano, se dio con su novio en una vista pública hizo que varios legisladores reafirmaran su oposición a las uniones de hecho. ‘Le hizo más daño que bien’”.
Ante tanta ñoñería, no sé ni qué pensar. ¿Sabrá el senador “auténtico” cómo se hacen los bebés, cómo se extinguen las pasiones, cómo se sustenta un cuerpo?
Me imagino a los niñitos que van de gira al Capitolio, consolándolo en pleno tour. “Señor, tranquilo, es sólo un beso, ocurre todo el tiempo”.
Si esto ha logrado semejante exaltación en los señores medievales, si ha amenazado hasta el estado de derecho del País, se me ocurre una idea, un sueño, debo admitir: un chupete masivo en las escalinatas del Capitolio. Un beso denso, extenso, pluralista. Un beso de hecho que, cual vela frankenstiana, termine desconcertándolos, fulminándolos con un ataque masivo de nervios y de frigidez.
Eso sí, me uno a la protesta de Yara, mi colega de esta columna, aquella semana de los hechos y, esta vez, el beso de lengua por favor.
  

(Publicada originalmente en septiembre de 2007 en el diario El Nuevo Día)

Thursday, June 12, 2014

Sol



Volvió de repente, como una sorpresa extrema, ese día increíble del Sol.
Huyes de alguna parte (una oficina, un café, la casa equivocada) y vas sin mucho rumbo, pensando en pajaritos preñaos. Pero de pronto lo sientes, como un golpe de fuego que se te quiere inscribir en la sien (el mundo a veces trata de descomponerse). Levantas la mirada buscando. Y te deslumbras. Como si nunca antes hubieses visto el milagro de esa estrella masiva. El Sol ha vuelto a cambiar. Literalmente, de un día para otro. Aquella claridad opaca de los últimos meses a las seis en punto de la tarde es ahora la tarde más radiante del mundo. Cuando el Sol llega así de esa manera, sabes que comienza una luz violenta, salvaje, que siempre culmina en la orilla de un cuerpo. Un cuerpo de agua, quiero decir.

Y pensar que estas pequeñas ceremonias están penetradas por el tiempo. El universo es infinito, escuché siempre. Pero el profesor Altschuler lo lleva al extremo: “Es un lugar de dimensiones inconcebibles, imposibles de imaginar”. Tanto, que cada día que pasa crece más.  

En esa inmensidad impensable, brutalmente lejos, vive el Sol. Si viajáramos a 100km ph, tardaríamos 170 años en llegar a él. Y sin embargo, nada en la naturaleza puede exceder la velocidad de su luz. No lo digo yo, lo dice el Profesor en ese hermoso libro, Hijos de las estrellas. Así, a pesar de las abismales distancias del universo, un segundo es suficiente para que la luz del sol llegue a la luna (¿existirá una paradoja más estupenda en toda la galaxia?).

Me remito a nuestras puestas de sol. A esta certeza de que no existe quien no se quede sin aliento cuando, ante toda la incredulidad del mundo, se va escondiendo tras el mar esa esfera dorada; el astro más grandioso del universo. Me doy cuenta de que cada puesta no es siquiera un instante en la vida de esa estrella allá en su dimensión infinita. Entonces lo pienso bien; y me parece aún más sediciosa, aún más bella y vital esa idea nuestra de celebrar la vida en cada vuelta alrededor del sol.