Friday, December 17, 2010
Valentías
Son la imagen del terror. Pero es el terror de ellos mismos: cascos, capuchas, gafas, chalecos antibalas, rodilleras, guantes, armas largas, pistolas de gases lacrimógenos; armas cortas en cada bolsillo. Las imágenes de estos guardias pechugones, muertos de miedo y de desconcierto frente a los muchachos y muchachas que -armados de pancartas- asumen sus derechos con esa naturalidad que otorga la certeza, tienen que ser las más paradójicas de nuestros tiempos.
No necesitan los estudiantes que ningún juez les interprete su constitución: el tejido robusto y radiante del que están hechos. Y sus derechos -esa palabra tan baboseada- son como una sustancia fina que parecen llevar impregnada. Algo suyo, íntimamente suyo, a juzgar por cómo los conocen mejor que nadie, cómo no necesitan de jueces ni guardias ni burócratas inmundos para llegar a sus derechos, para poseerlos.
Este es un gobierno de infelices cuya única cultura es el salvajismo. Pero al menos de ellos una no espera nada.
Antier, sin embargo, al dar noticia de una refriega que emprendió la Policía en las protestas estudiantiles, una periodista radial se quejaba de que los estudiantes no se estaban limitando a su “espacio de expresión represión pública” y que por eso la Policía les tiró gas pimienta y los persiguió por toda la avenida.
Eso sí es trágico: que -a dos días de que la Universidad anulara y el Tribunal Supremo restringiera la libre expresión- una periodista ya esté instalada en la prohibición. Que se atreva a suscribir espontáneamente una atrocidad como es la violación de una de las libertades fundamentales del ser humano; libertad que -precisamente- hasta el periodista más tonto está obligado a defender por encima de cualquier otra. Esto sí que es perturbador. Lo dijo Balzac: “la resignación es un suicidio colectivo”.
En una joya de opinión concurrente del Tribunal Supremo de EEUU en el caso Whitney v. California del año 1927, el juez Brandeis sostiene:
“Aquellos que ganaron nuestra independencia entendían que la libertad era el secreto de la felicidad; y la valentía, el secreto de la libertad”.
Los estudiantes en lucha son privilegiados. Temprano en la vida han aprendido y asumido ciertas cuestiones vitales.
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