Saturday, May 18, 2013

Ardor

Parecía tan sencillo. Apenas se trataría de aprobar una ley que ha debido existir desde hace mucho tiempo: Prohibir la discriminación por razón de preferencia sexual e identidad de género.
¿Cuál es la emergencia nacional? ¿Por qué este pánico? Cuántas veces hubo que decirle a la senadora Rossana López que podía salir de su escondite, decir lo que quisiera. Es lamentable que, siendo tan joven, sufra de esos ataques de miedo. La criticarán, Senadora. Más allá de eso, la vida continúa. Relájese, exprésese. Eso sí, trate de decir algo. He visto cómo está desarrollando una especialidad en hablar sin decir nada. Sé que no es fácil. La competencia está fuerte. Al menos por el ala azul, coronada por el verbo del tal Chayanne Martínez, encontrará toda una mina de desvarío y necedad creativa. Desde el temerario “tengo que aclarar que tengo amigos gay pero…" hasta los “amigos lésbicos”, las “nominaciones” sexuales, “los peligros de la niñez, tan volátil”,  y “los compañeros (gay) que por no ser discretos con su intimidad se expusieron a la violencia”. 
El discrimen, en todas sus formas, es como el secuestro, como el asesinato, como la violación. Nadie puede estar a favor de él. Para que las democracias puedan desarrollarse y ser inclusivas, hay que erradicar absolutamente todas las formas de discrimen. Eso es lo que logró encausar el Senado con la aprobación del proyecto 238 a pesar de la delegación de analfabetas del PNP. Y es también lo que deberá hacer la Cámara próximamente.
Si las iglesias quieren condenar la homo, trans, bi, intersexualidad, o el sexo mismo; si gustan de abogar por el matrimonio entre hombres y mujeres de fe, para eso tienen libertad de púlpito. Que convoquen a quienes quieran y les pandereteen y les griten por los altoparlantes las bondades del casamiento, de la heterosexualidad, de la falda larga y el pelo largo y el diezmo más largo todavía, si es que eso les alivia el ardor moral.
Pero que entiendan que con el estado de derecho no pueden meterse. Y que no lo digo yo. Lo dice el sentido común. Y la Constitución de Puerto Rico.


Publicado originalmente en el diario El Nuevo Día el 18 mayo de 2013.

Sunday, May 12, 2013

Regresar

 

“That chick is ballsy”. Tengo esta especie de voz diáfana, profunda y analítica que me acompaña a todas partes. Son mis amigos en el extranjero, siempre informándome primero sobre las noticias de Puerto Rico. “She has a vibe of unbridled idealism. And the flag she draped herself in was nationalist blue. She looked good. It worked. And they love her”, termina este manifiesto de amor a la alcaldesa de San Juan en su toma de posesión.

Me textean como partiendo de la premisa de que estoy siempre al tanto de lo último: “Wow, lo de Kobbo… very impressed”. Y yo acá en medio de un tapón, “¿Qué de Kobbo? ¿Renunció? ¿Huyó en un helicóptero, le metió las manos a Joe Ramos?”

Así, voy a mis cosas con toda esta sabiduría de fondo en la que confío sin reservas pues mis amigos son más exhaustivos y listos que yo.

Tony ni siquiera me habla en español. Vive en un estado muy lejano, frío como imagino el fin mismo del mundo. Pueden pasar años y no viene a Puerto Rico. No le quedan familiares acá. Sé que, desde hace tiempo, éste ya no es país para él y no estoy segura de si querría volver algún día. Sí sé que, en su momento, lo expulsó la ausencia de una industria cultural. Había aquí muy poco que ofrecerle a gente como Tony, que no concebía dedicarse a otra cosa que no fuera el cine, la escritura y la pintura. Constantemente me pregunto por qué, a pesar de haber puesto tanta distancia física con el país, Tony sigue siguiéndole el rastro a este lugar de manera casi obsesiva.

Lo mismo ocurre con mi amiga, la que vive en Europa. No quiere volver porque no encuentra correspondencia con el país. Y sin embargo, a diario se atraganta los periódicos de arriba abajo. Para hablar con ella, debo prepararme cabalmente para no sentirme que vivo en la Luna cuando empieza a interrogarme sobre la bancarrota del Gobierno, las degradaciones de Moody’s, el fenómeno Bernabe, el fondo electoral, la Universidad, los asesinatos, la Yulín.

Siempre me ocurre. Cuando pienso en el país que yo quisiera tener, invariablemente imagino un lugar donde mis amigos quieran regresar.

(La foto es de Toñito Zayas. Tomada de PH).