Es fácil un día como hoy decir “el
País ha sido crucificado”. Pero no es eso lo que quiero decir. Se dice a diario
y tiene su charrería reiterarlo hoy, día de la crucifixión. La metáfora está ahí
como un mangó bajito, blah.
De lo que no pude sin embargo
escapar fue de las peregrinaciones de esta semana santa. Una Sarah Jessica
Parker acaparando el pedazo mayor de la portada mediática, sonriendo ante una bizarrísima
fila de noveleros comprando zapatos a sobreprecio. Es -sin lugar a dudas- como
para decir que el país no solo está crucificado sino también fuera de quicio
pero ya dije no entraría en charrerías fáciles.
Diría que esto no hay quien lo
salve, daría media vuelta y me entregaría a la danza de la chuleta en cualquier
playa, que es lo que hacen los buenos boricuas del mundo esta semana. Pero desde
una esquinita de esas portadas rimbombantes con SJP, una abuela argentina me llama.
Abro el periódico. Quedo petrificada ante su historia a pesar de que ya la
conocía. Quiero leerla completa. Con mucho cuidado para no perderme las pausas
ni dejar de imaginar los gestos, los acentos, los silencios. La dictadura le
asesinó a Laura, su hija. Pero 36 años después encontró a Guido, el nieto #114 de
las Abuelas de la Plaza de Mayo. Sin querer, termino la nota pero no sacio las
ganas de saber más, cosas innombrables tal vez, que escapan al discurso bien
afinado de doña Estela Barnes de Carlotto. Cierro el diario.
Sé de otra procesión de semana
santa. Una que no aparece en los periódicos pero sí en Twitter. Larry Forney y
Eva Top, dos científicos de EEUU y Bélgica que, año tras año, peregrinan en un
viaje de muchas paradas desde Idaho hasta Casa Pueblo en Adjuntas para ofrecer voluntariamente
un curso de biología y cambio social para estudiantes. Por qué siguen viniendo
acá después de doce años, alcanzo a preguntarles. “Porque este lugar es uno
especial”, me dice Larry. “Imposible de replicar. Y venir acá es lo más
importante y trascendental que hacemos en todo el año”.