Uno de
los vértigos más espantosos tiene que ser el de evidenciar cuando una persona
hace un gran ridículo.
La
Corporación de Cine retiró el financiamiento otorgado al cineasta Freddie Marrero quien, desde
2005, trabaja un documental sobre el revolucionario puertorriqueño Filiberto
Ojeda Ríos. La directora ejecutiva de la Corporación, Mariella Pérez, había
apoyado el proyecto, al que se le adjudicaron fondos, no sólo en Puerto Rico
sino también en el exterior. Pérez incluso envió a una funcionaria a Portugal
para defender el otorgamiento de fondos.
Pero
ahora alega que no puede desembolsarlos porque, supuestamente, “proveerle financiamiento
a este proyecto constituiría una violación a la Ley 121 que prohíbe el uso del
Fondo Cinematográfico para financiar proyectos para propósitos particulares o
que su propósito sea para propaganda político partidista o sectaria”.
A ver.
Si algo tiene un propósito, debe ser particular, ¿no? Digo yo, dado que
particular es un algo específico.
Next. Prácticamente
todo acto, grande o pequeño, toda obra, todo film es político porque asume una
posición en torno al poder (del Estado, del cuerpo, del otro…). Si la
Corporación de Cine tuviera que retirarle el apoyo a lo político, no podría producir
proyecto alguno. Ni siquiera el biopic
de Daddy Yanquee.
Claro,
ellos hablan de política partidista: ¿Y cuál es el partido político que está
detrás de todo esto? ¿Agapito mandó a hacer este documental desde 2005 para ganar
en 2012? Pero si fue Acevedo Vilá el que permitió que el FBI cercara una
comunidad y asesinara a Filiberto. ¿Qué partido entonces es el que se beneficia
de un proyecto histórico, completamente independiente? ¿María de Lourdes Santiago
piensa volver a entrar a la Legislatura levantando bien alto el brazo, DVD de
Filiberto en mano?
Mariella
Pérez ha tratado de hacer su trabajo. Sé que tiene gente buena y capaz
asesorándola. Su gran error es estar dispuesta a hacer el ridículo; asumirlo
resignadamente como su función. Su gran error es estar dispuesta a cometer un
acto de censura; saberse sujeta a un partido político y dejarse mandar por
burócratas que no saben de cine ni de cultura.
En este día de la crucifixión, me pregunto cuántas
veces hay que mandar a matar a Filiberto Ojeda Ríos.