Ya ni sé qué viene
siendo peor; si el culto oficial a ese vacío perenne de la ‘missología’
boricua o el
exceso de la insistencia correctiva al añadir el adjetivo ‘brillantes’ a la idea
de “mujeres bellas”.
Ahora quieren
hacernos creer que hemos evolucionado porque ya no sólo se refieren a las mísis
universo como bellas sino también como "brillantes". Me imagino que esa
mitología políticamente correcta les es suficiente para justificar que un país
en quiebra pretenda atraer alguna inversión con el infantilismo rancio de las
reinas de belleza.
Brillantes lo
que se dice brillantes, me disculpan pero está difícil de tragar. Es una
condescendencia artificial e insufrible, especialmente considerando que la
brillantez, señores, no la venden en Marshall’s. La brillantez es una
inteligencia cultivada. Cuesta. Para saber hay que sacrificar mucho: leer,
observar, releer, preguntar, comenzar a comprender, cuestionar lo aprendido,
desaprender, repetir, repensar, recrear.
En un país
donde la fuerza laboral y estudiantil es predominantemente femenina, si querían
mujeres brillantes, aquí existen miles. Pero empujarme la ‘missolatría’ idiota como
valor cultural y elevarla a remedio productivo, es la mejor prueba de que este
gobierno anda más cabecihueco que las propias misses.
Reconozco que
la obsesión por la belleza es prehistórica. Claro, no esa belleza uniforme e
inapetente de los concursos sino aquella que creamos con nuestras experiencias
estéticas y culturales, con nuestros temores y amores y conmociones.
Sin embargo,
elevar la belleza ‘one size fits all’ a valor nacional, no sólo es una
ridiculez sino un atentado, ya no contra las mujeres, acostumbradas como
vivimos a ser presas de una sociedad sexista y hostigadora. No. A nosotras no
nos pueden dañar más. El atentado es contra las niñas, a quienes los
“creativos” del Gobernador les dicen que bella y brillante es un binomio. Que
“la mujer puertorriqueña” (whatever that
means) tiene valor porque es hermosa y, mientras los hombres son grandes
atletas, “genios musicales, guerreros de raza bravía” (cuánto más charro puede ponerse
un copy), nosotras estamos primordialmente representadas ante el mundo por unas
muchachas que difícilmente aportan lo mínimo a la riqueza cultural, social o
científica del País.
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