“No se
nace mujer. Se llega a serlo”
-Simone de Beauvoir
Odio
los concursos de belleza. No me importa uno solo de los argumentos que se levantan
a favor de ellos. Son un crimen contra la humanidad y no debieron existir nunca.
Representan la gran democratización de la estupidez, la manera más infantil, plástica
y estereotipada de celebrar la belleza. Peor aún, de celebrar todo un género de
‘lo femenino’, que es algo mucho más rico, complejo y paradójico que un
centenar de mujeres uniformes, muertas de hambre, perfectamente maquilladas y
peinadas, listas para posar y decir sandeces en cualquier momento.
Me
impresiona muchísimo que alguien desee tanto la ‘mujerilidad’ que se someta a
un cambio de sexo para poder tener esas características culturalmente ligadas a
‘la mujer’. Es un gran sacrificio, un proceso largo y seguramente muy extenuante.
Me impresiona aún más que alguien que ha pasado por eso, aspire a concursar en
un certamen de belleza. Aunque no es asunto mío, no puedo evitar preguntarme: ¿para
eso quería ‘ser mujer’?
Pero
lo más impresionante es escuchar a las propias mujeres en los medios reaccionar
a la polémica de si una transexual debe o no participar en un certamen de
belleza. En primer lugar, esta ‘transexual’ canadiense es una mujer. Cambió su
sexo y, lo más importante, vive como mujer porque se siente como tal y, por
tanto, es lo único que puede ser. Así que la controversia es absurda desde el
principio.
Lo que
me resulta –no sé si triste, si trágico, si frustrante- es escuchar a estas personas
que una pensó que tenían una mentalidad más amplia, hablando como si fueran los
años treinta. La línea que más escuché fue la de “tengo amigos transexuales y
los apoyo y respeto al cien porciento pero los concursos deben ser para mujeres
‘naturales’”.
No
tengo espacio para entrar en la discusión de la falsa naturalización. Sí puedo cuestionar:
si tanto defienden lo ‘natural’, qué hacer entonces con el sobrante de silicón,
grasa succionada y costillas removidas que a tantas ‘Mises’ une.
No se
puede apoyar “al cien porciento” a las transexuales negándoles el acceso a los
ejercicios de su selección. Así sean los peores que se les puedan ocurrir.