Cuando
Kimmy Raschke sale a escena, cabello platinado pasado por calor, pollinón a lo gallo,
early 90’s-style, tono solemne a cuestas, a veces ya puedo presentir que algo
muy terrible está por ocurrir.
“Nuestra Isla es tierra de grandes pensadores,
políticos, hombres y mujeres ilustres que con sus gestiones colocan a Puerto
Rico en alto”, ha dicho la presidenta de
la Comisión de Educación y Asuntos de la Familia (¿En serio es presidenta de
todo eso? ¡Con razón!).
Dice que “también hay hombres
dedicados a sembrar esperanza en donde no la hay y a llevar un mensaje de fe y
amor. Ese es Yiye Ávila”. (O sea, están los que piensan; luego también están
los Yiye Ávila, una categoría aparte, ¿no?).
“Con su ministerio viajó a varios países
para predicar el Evangelio y lograr cambios en la vida de los que conocía… Me
honra presentar esta medida junto al Presidente del Senado y lograr que el
salón de conferencias del Edificio Baltasar Corrada del Río lleve su nombre”.
No se puede negar que hay algo
performático en el ridículo de esta gente. Su inventario de clowns es rico. Raschke,
por ejemplo, es el clown torpe pero ingenuo. Actúa como tonta pero lo hace genuinamente.
¡Es muy tonta! De verdad piensa que Yiye Ávila es una figura históricamente relevante
porque “ha sembrado esperanza”. Para este clown, conceptos como el pudor
intelectual y la separación Iglesia y Estado son retóricas excéntricas. No le
entran y posiblemente no le entrarán jamás.
Pero Rivera Shatz es otra cosa. Un
clown sin ideología. En lo único que cree es en tenerlo todo calculado. Su
performance del ridículo extremo es para él un mal necesario entre tantos
otros. Interpreta al prójimo con su misma cualidad caricaturesca de clown. (“Si
le pongo este nombre a este saloncito, los seguidores de fulano van a votar por
mí”). La fórmula de simplificar a la gente y sus motivaciones.
Pero ya les está
saliendo el tiro por la culata, como pasó con el famoso regalo de García
Padilla, que terminó congraciándolo como hombre. La gente siempre es más de lo
que parece ser. Si tan solo los políticos pudieran comprenderlo en estas
elecciones, sería un gran avance.
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