Thursday, May 10, 2012

Esa enorme montaña de carbón


 Dirán lo que quieran. Excepto que seamos un pueblo pesimista.
Es impresionante el optimismo que prolifera en este país. “Hay que dejarlo en las manos de Dios”, escucho decir por todas partes con una seriedad parapelos, como si la resignación no fuera un estado terminal sino algo que alguien, un otro mágico, puede salvar de su intrínseco limbo existencial.
Está bien dejar algunas cosas en las manos del destino (sugiero que sean las más inofensivas). Pero en este país, desde el Gobernador hasta otra gente que parece muy seria y racional, quieren dejarle los asuntos más espesos al ‘Señor’.
Descansar en una noción de Dios es algo común, por lo cual la utilización de ese lenguaje está muy bien para la cotidianidad y, en especial, para el uso de nuestras dulces abuelitas. Pero llevarlo hasta al mensaje de presupuesto de un país quebrado, a las conferencias de prensa y apariciones oficiales es un mensaje mayor. Una esperaría que, al menos, los líderes del país (jefes de agencias, empresarios, sindicalistas, coroneles de la Policía) invocaran la racionalidad en lugar de los caminos del Señor; que ofrecieran explicaciones y soluciones terrenales a nuestros problemas más tétricos.
La escuela evolucionista que representa el antropólogo Pascal Boyer, estudioso de la psicología de la religiosidad, ha presentado evidencias de que el pensamiento religioso es la “línea de menor resistencia” de nuestro sistema cognitivo.
“La incredulidad -dice Boyer- suele ser el resultado de un esfuerzo racional deliberado contra nuestras predisposiciones naturales, lo que no es la ideología más fácil de propagar”.
El astrofísico estadounidense Carl Sagan escribió: “Cómo es que apenas ninguna religión ha mirado a la ciencia y ha concluido: '¡Esto es mejor que lo nuestro! El universo es mucho mayor de lo que dijeron nuestros profetas, más sutil y elegante’”.
Tal vez la mejor contestación a la pregunta de Sagan, la haya ofrecido Steven Weinberg, físico teórico y premio Nobel: “Hay quien tiene un concepto tan amplio de Dios que no hay forma de evitar que lo acabe encontrando en cualquier parte. Si quieres decir que Dios es energía, lo puedes hallar en un montón de carbón”.






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