Monday, August 17, 2015

La noche




La mujer de la estación 27 la tiene conmigo. “Ya no te puedo atender”, me dice severa mientras yo –como las actrices que hacen de locas en las novelas- miro a todas partes como buscando una explicación en una bocanada de aire. De nada vale mi ruego, las justificaciones de mi atolondramiento. “¿Pero cómo pasó esto?”, le imploro. “¿Cómo se supone que yo sepa que es mi turno si no hay una señora gritando los números en medio de la sala de espera?”

La pantalla es clara, me dice. Aparecen los números y hay una señal. Llamé el suyo tres veces y usted no se apareció. Tiene que coger otro. “¿Cómo puede hacerme esto?”, vuelvo a preguntarle al aire. “Necesito conectar el preciado líquido”. La miro a los ojos.  El hombre que se dispone a atender quiere cederme el espacio pero ella –terminante- dice que ni lo piense. “Perdió su turno y debe morir”.

Todavía no tengo agua. No es culpa de ella. Será ‘el sistema’, ‘la burocracia’, los misterios oscuros del alcantarillado. Subo al techo cien veces. Cargo las dos mangueras más largas del mundo buscando una fuente, algo, que me ayude a llenar un pequeño tanque que, por lo bajo, se va vaciando. Grito ‘agua’ como un último deseo y encuentro un batallón de apoyo. El Realtor se dobla las mangas, el plomero diseña alternativas para la crisis, hasta el vecino llega al techo buscando respuestas viables.

Hemos sudado la gota gorda en este operativo kafkiano. Nos sentamos en el borde del precipicio, las piernas colgando en el aire. Degradan el crédito a chatarra, dice el Plomero. El Realtor se arranca la corbata pero con calma. Las mangueras cuelgan por los aleros esperando la llegada imposible del ‘preciado líquido’. Buscando respuestas, miro a estos hombres que buscan respuestas. Nadie sabe qué exactamente significa eso de la chatarra pero suena terrible. Hay un aire espeso, incógnita. Y como una esperanza muy fina, líquida. No puedo explicarlo.   

El Plomero rompe el aire. “Lo bueno de este apartamento, señora, es que usted se sienta aquí mismo pero con una cervecita y puede ver las estrellas”.







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