Nunca pensé que una lucha por el matrimonio como derecho iba a sacudirme
así. Apoyaba apasionadamente el matrimonio igualitario como una causa de
justicia pero jamás pude imaginar la emoción tan intensa, las lágrimas que me
bebería y mucho menos la reivindicación que supondría para una institución
maltrecha pero evidentemente viva.
Nunca pude creer febrilmente en las bondades del matrimonio. Pero -contrario
a lo que muchos no creyentes piensan- creo que la equidad en el derecho al matrimonio
puede transformar esa institución en una que responda mejor a las nuevas
realidades de nuestras vidas y a la aceptación de esa naturaleza incierta, movediza
y fascinante de los vínculos amorosos y las familias por elección.
Los relatos que más me han impactado son los de parejas que han vivido
décadas de mesura afectiva, de explicaciones falsas, años y años de represión
del amor. Amarse y no tocarse, no poder expresarlo abierta, libremente, es una
atrocidad. El lenguaje del amor es el cuerpo. Se puede amar desde la distancia,
incluso desde la imposibilidad, pero la ambición, la promesa del que ama es
siempre la misma: atravesar un cuerpo, instalarse en un lugar que queda dentro
de una piel. Estos relatos tremendos, casi inconcebibles para quienes hemos vivido
en el privilegio sexual y afectivo, siempre me invocan ese poema de Nicolás
Guillén: “morir de sed junto a la fuente”.
Hay un neurólogo que habla del concepto
de la Felicidad Nacional Bruta (FNB) como indicador
alternativo al PIB. En Puerto Rico, estamos muy lejos de reconstruir la
economía. Muchas veces he pensado que nuestra felicidad crece cada vez más a
puerta cerrada, en el ámbito íntimo, en la familia, en la pareja, en la cama,
en una terraza privada con lucecitas.
Aún en medio de esta crisis económica, con gobiernos cobardes, sin
coherencia ni liderato, con menos acceso a servicios básicos, no me olvido de
todo lo que falta para vivir en un país libre y justo. Pero tampoco dejo pasar
la algarabía profunda, el aumento exponencial en el FNB, por una lucha hermosa que
ya empezó a cambiar el mundo.
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