En medio
de este eterno regreso de discusiones estériles sobre nuestro “estatus”, ha
surgido la noticia de que Julia de Burgos, poeta, nacionalista, pudo haber fallecido
a causa de una experimentación médica de las muchas que el gobierno de Estados
Unidos ha utilizado por años para hacer daño a personas ‘sediciosas’.
Rápido
proliferan las reacciones de que esta es otra “teoría de conspiración” de
independentistas. Mientras el país tiene que tragarse la inapetente discusión
de los populares sobre sus misteriosas fórmulas de estatus, resulta que los
independentistas tenemos “complejo de persecución”.
En
efecto, ahora habrá que ahondar en la investigación sobre las causas de muerte
de Julia de Burgos. Sin embargo, lo que reluce cuando se descarta el asunto
como una teoría de conspiración es una ignorancia apabullante. A nadie que
conozca la historia de Puerto Rico puede parecerle insólita esta alegación. A
fin de cuentas, el tiempo siempre le ha dado la razón al independentismo que
denunció crímenes terribles que por mucho tiempo no espantaron a nadie.
No resultó
ser un invento nacionalista que, en los años 30, el Dr. Cornelius Rhoads deliberadamente
inyectaba células cancerosas a pacientes puertorriqueños porque esta isla “sólo sería habitable si se exterminaba
esta raza”. Como tampoco lo fue el asesinato lento de Pedro Albizu Campos, torturado
por las autoridades puertorriqueñas y federales, sometido a radiación involuntaria
en la cárcel, contagiado con tuberculosis. La suerte de otros nacionalistas
presos fue la misma.
Tampoco
fue una fantasía paranoica que a Lolita Lebrón la enviaran 8 meses a un hospital
psiquiátrico mientras estaba presa en Estados Unidos, sin evidencia de que necesitara
semejante tratamiento. Lolita llegó a contar con mucha lucidez aquel momento,
así como parte de las torturas a las que fue sometida, incluyendo la misma irradiación
de rayos que denunciaban otros nacionalistas.
La única
fantasía sobre la posibilidad de que Julia de Burgos también haya sido víctima
de una experimentación médica perversa, es la de descartar que esto sea creíble.
Lo único insólito es que, con la experiencia acumulada, no lo hayamos
sospechado antes.
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