Tuesday, March 2, 2010

Les petits dictateurs


Todo ha sido muy hermoso. La gente, conmovidísima, comenta la belleza de la “solidaridad internacional”, especialmente la más mediatizada: ese caudal esplendoroso hollywoodense al servicio de Haití.
Sarkozy, el presidente-celebridad de Francia, aterrizó brevemente allí con su enorme cara de lechuga, a anunciar una “ayuda” de 326 millones de euros. Los medios, condescendientes, la han denominado como visita “histórica” en lugar de “histriónica”.
En el siglo XIX, para que Francia aceptara su independencia, Haití debió pagarle 46 veces la cantidad que ahora anuncia Sarkozy como la gran cosa. Ese pago exorbitante, violento, hundió al primer país libre de América latina en la pobreza terminal en que hoy está secuestrado.

Camisetas ‘chic’ por Haití, ‘We are the World’, maratones artísticos. Hermosa solidaridad del mundo.
Lo que no saben los entusiastas observadores de la compasión humana es cómo en Puerto Príncipe no parece haberse levantado una sola piedra ni se ven vehículos de remoción de escombros en las calles; cómo la multi-millonaria ayuda humanitaria apenas se percibe a lo largo incluso del centro de la capital. Tampoco saben cómo el país parece, más que una zona de desastre natural, una de guerra, con cientos de militares en las calles, portando más armas largas que leche.
También desconocen la arrogancia e indolencia, no sólo de los militares que tratan a los haitianos a empujones e insultos sino de los propios ‘blanquitos’ de la ONG’s, algunos de los cuales parecen más militares que cooperadores. Tengo fe en que han de ser los menos pues sé que hay gente inmensa allí haciendo un trabajo aún más inmenso. Pero los supuestos cooperadores que actúan como pichones de dictadores gritando y humillando a los haitianos a cambio de migajas de ayuda y actuando como si fueran los dueños del lugar, deshonran el trabajo de esas personas bondadosas, misioneros reales, que están allí por las razones correctas y en la actitud correcta.

El padre Julín Acosta, uno de los hombres más grandiosos que conocí allí, lo tiene muy claro: “Actualmente, Haití es un país ocupado por tres grandes potencias: Estados Unidos, Francia y, en el medio, las que parecerán inofensivas pero no lo son: las ONG”.

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