Saturday, October 23, 2010
Biblias (en una puerta de Tierra)
Juraba que la cita del Libro de los Hechos de los Apóstoles era sacada del culto dominical del reverendo Font (dicen que se bota).
Si no fuera por su impecable reputación, no le hubiese creído a la profesora de Derecho que esta cita es de una opinión de nuestro Tribunal Supremo, redactada por el juez Erick Kolthoff (el del nacimiento, sí. Dicen las malas lenguas que también promueve un círculo de oración en el jardín del Tribunal).
La Profesora, sus alumnos y colegas estaban indignados. Y con razón. Imagínese, tantos años creyendo en la ficción del estado secular; pero creyendo con esa sospecha cada vez más fundada de que la línea entre gobierno y religión es demasiado frágil, una frontera que siempre está a punto de desvanecerse.
Excepto por la judicatura, que precisamente se vislumbra como una especie de muro de contención, de último hilo de esperanza contra esa mezcla fatídica, irreparable, de derecho y religión.
“La selección de la Biblia no es casualidad ni está exenta de implicaciones, con tantos textos de historia y antropología que no lacerarían de esa forma la legitimidad de la institución en una sociedad plural”, nos iluminaba la profesora desde el posteo feisbukiano.
Estoy con ella. Sin embargo, para qué negarlo, no pude evitar la fantasía de que al fin nuestros jueces puedan empezar a ponerse creativos. Los estudiantes de Derecho seguro lo agradecerán. Si Kolthoff puede citar la Biblia como autoridad en Derecho, entonces los miembros más culturosos del honorable foro quedan libres para empezar a citar el mejor análisis casuístico del mundo: la literatura. El gran Mario Conde, personaje detectivesco del cubano Leonardo Padura, podría estar entre sus primeros prospectos para lidiar con los narco-casos y todo tipo de crimen organizado. Para los incestos u otros intríngulis de la perversión familiar, no hay que ir demasiado lejos: propongo oficialmente al nuevo Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa.
Ya no aguanto hasta que salga la próxima opinión de la Juez Fiol o el Señor Presidente. Querrán atacarlos. Pero ya lo estableció su colega: en las novelas está perfectamente dibujada toda la contrariedad del mundo.
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