Monday, February 13, 2012

Márilyn


Adoro la forma como Marilyn va enfureciendo según se acerca el 14 de febrero. Todos los años es lo mismo: “La comercialización del amor”, “el gasto bobo”, un rollo que se extiende en un discurso elocuente, radical, estupendo.

“Tienes razón”, la consuelo siempre, cuando las muchachas de la oficina la miran con abominación, como si sus comentarios pudieran anular el arreglito que arriba triunfal a la oficina, la cajita de chocolates, la cenita “romántica”.

Se lo digo por solidaridad pero, en el fondo, también por convicción. Me fastidia que quieran dictármelo todo, hasta el día en que debo celebrar el amor. Y me parece ordinario que los amantes se regalen cosas el día en que media humanidad hace exactamente lo mismo. Pero también tengo claro que yo debiera vivir en la luna.

“¿Y qué hay con esa infantilización tremenda?”, arremato para ayudar a Marilyn, para que no se quede sola en su causa. “¿O de dónde han salido tantos peluches y tantas bombas con mensajitos ñoños? ¿Dónde fue a tener el simple ramo de rosas rojas?”.
Lo que me sobresalta de San Valentín no es “la comercialización del amor”, ni esa gastadera con la que, según ella, podríamos erradicar el hambre en el mundo. Es el acartonamiento mediático. Hasta las periodistas más serias se confabulan para convencerte de que un buen champagne y una cena con velitas es a como dé lugar una “cena romántica”, como si el amor fuera así de predecible y no errático ni enrevesado.

Marilyn elucubra sus teorías toda la semana. Las muchachas de la ofi vuelven a mirarla con extrañeza, susurran entre ellas. Y luego, cuando llega el día, jamás entienden cómo, después de tanta contrariedad, Marilyn va por los escritorios inspeccionando arreglitos, haciendo interrogatorios íntimos, recaudando chocolates sueltos.

Yo les guiño un ojo y les digo que así es Marilyn, que esa noche José Miguel llegará a su casa con la tímida e infalible cajita de chocolates (por si acaso). Le dará un beso y ella sentirá que lo quiere. Que en esos, sus breves gestos, no radica la felicidad pero sí la alegría de cada día.

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