No sé
bien por qué me siguen asombrando las cosas de este señor. Me impresionó que no
se presentara en el debate de los candidatos en la Universidad de Puerto Rico.
No por la ausencia en sí sino por lo burdo del acto de ignorar a la comunidad que
más ha afectado su gobierno y a la que peor ha tratado. Me impresiona que sea
tan desfachatado y se reitere en su afirmación anti-universitaria aún ante unas
elecciones que se anticipan cerradas.
Sé que
no hay manera de que al Gobernador le vaya bien en un debate en la Universidad.
Como sé que no podría caminar libremente por ese campus. Pero pensé que, al
menos, daría cara, precisamente para que no pudieran decirle cobarde, que es lo
menos que pueden llamarle en ese lugar.
Lo de
la cobardía, sin embargo, no es lo peor. Hay en su ausencia algo más frontal y
evidente, un mensaje más que contundente y es el acto nada alegórico de terminar
su cuatrienio tal y como lo comenzó: dándole la espalda a la Universidad de
Puerto Rico con toda la intención maliciosa. Como si ella no fuera el proyecto
más trascendental del País.
Este
señor y su principal contrincante me aburren tanto. Tan flemáticos ambos, tan inamovibles,
siempre con esa inapetencia para las ideas. Se mueven por la campaña como con
una certeza absoluta de que no tienen un solo análisis novedoso que hacer. Como
dos niñitos jugando a la gobernación por Play Station.
Fortuño
es el gran verdugo de la Universidad. Y AGP, pudiendo explotar esa terrible condición
de su contrincante, jura que acaba cuando dice con ese deje de visionario en
ciernes, que está “en contra de los políticos que se
inmiscuyen en la Universidad, y en contra de los estudiantes que inmiscuyen la
política en la Universidad”.
Si los estudiantes no deben inmiscuir
la política en la Universidad, ¿para qué van a ir allí, bendito sea Dios? ¿Alguien
puede explicarle a Agapito que la política es, precisamente, el estudio de las
relaciones de poder entre las sociedades y los estados? ¿El Profesor Bernabe podrá
hacerle el favor?
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