La situación me tiene hasta el tope. Yo sé que tengo la razón. Que, en
el fondo, aquí hay unos argumentos desoladores. Pero aún así -para qué negarlo-
sus tres preguntas, lanzadas cual pólvora, me desarman un poco.
“¿Y cuál es tu problema con la keratina, cuál es el daño?”, me dice
ella, tan lógica, tan impasible, para luego rematar con su dosis exacta de
humillación: “¿Te afecta mucho?”
-Bueno mira, ven acá, no te pongas así, vamos a sentarnos a hablar.
Aquí hay unos trasuntos culturales importantes.
Odalys me tira a matar con la miradita. Luego se da media vuelta, regresa
a la pista apretujada de este chinchorro y desaparece en una vuelta de corazoncito
dulce. El silencio es un arma de destrucción masiva pero yo voy a defender mi
verdad histórica aunque ella quiera humillarme dos veces.
El calor está de madre, Odalys. Y yo estoy en mi derecho de
problematizar estas prácticas estético-culturales atropellantes,
invisibilizadoras.
¿Cómo crees que me siento cuando miro a todas partes de este
chinchorro (más 100% pueblo no lo hay) y te veo a ti y a veintisiete mujeres más
con esos pelos perfectos, pasados por el dispositivo crespo-terminal de la
keratina brasileña. La humedad está que corta y tú lo sabes. Recurro a ese remedio
infalible de cereta-emergencias, el pinche, mientras tú y todas las de tu
especie siguen dando sus pasitos, moviendo esos pelos de orientales como si
aquí no pasara nada. Ni el anuncio de Pantene, Odalys.
“¿Cuál es tu problema con la
keratina?” Tus palabras me taladran la consciencia. Te crees la diosa de todo
esto aquí: 27 pelos planchados, brillosos cual ‘almor ol’ capilar. Y al otro
lado de este cuadrilátero, yo. La soledad es abismal. Si tu táctica es el silenciamiento
por humillación, si no quieres discutir este asunto con argumentos políticos, está
bien. No diré más. Pero levantaré mi cuestionamiento último, sencillo: ¿dónde han
ido a tener los pelos de esta tierra? ¿Cómo termina una como aplastada minoría encrespada
en una tierra donde siempre fuiste mayoría capilar?
“To sweat
is to think”, escribió el gran Roland Barthes. ¿Y cómo será cuando sudas y sudas pero no se te nota?