Sunday, June 19, 2016

Parto



“Las señales” de Washington, dicen. Como si estuvieran enviando claves, humo, hablándonos en códigos. Las ‘señales’ son mensajes directos y explícitos. Me he preguntado por qué me afectan tanto los últimos acontecimientos. Si a mí nadie me engañó. Hace años sé que EE.UU. ejerce un poder absoluto, ilegal e impune sobre nuestro país. Llevo mucho tiempo recibiendo esos mensajes directo al hígado. ¿O qué fue lo que pasó cuando el FBI vino a Puerto Rico, formó un cerco y asesinó a Filiberto Ojeda Ríos hasta dejarlo desangrar frente a todos nosotros? ¿Qué ha sido si no un abierto abuso de poder y humillación la negativa de excarcelar a Oscar López Rivera, a quien también han querido dejar desangrar en la cárcel? 
Lo único nuevo es que las tres ramas del gobierno yanqui expresan al unísono lo que siempre ocultaron con tretas demagógicas. Lo que el independentismo viene denunciando desde la época de la pera. 
¿Por qué entonces me duele? ¿No era esto lo que queríamos? ¿Una aceptación pública? 
Me afecta porque no confío en los políticos pusilánimes de este país, que son la estampa viviente del cordero degollado. Ninguno de los candidatos de los partidos mayoritarios será capaz de aprovechar esta coyuntura para llevar el País a término. La analogía obstétrica se cae de la mata. El feto está ahí. No puede ni permanecer en el útero toda la vida ni desaparecer sin más. O se lleva a término o se aborta. Ninguno de los dos posibles gobernadores tiene la capacidad para poner al País a parir una solución a su conflicto histórico. Por el contrario, a pesar de su juventud cronológica, uno representa el lado más oscuro y retrógrado de nuestra sociedad. El otro, el más cobarde y mojigato. Ambos comparten gran vocación para la hipocresía. 
Los independentistas volvemos a la ONU el lunes, como cada año. Y el jueves, un grupo de artistas y ciudadanos haremos el dîner de noir para celebrar la muerte del ELA y protestar contra la junta neoliberal frente al Capitolio. Pero ya estos actos no son solo simbólicos, catárticos. Gústenos o no, ahora le competen a usted también. Pregúnteselo: ¿Qué hacemos para parir, finalmente, un país de verdad?

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