Tuesday, December 27, 2011
¿Polorriqueños?
¿Leí bien o es que estoy de nuevo adjudicándoles cualidades de ciencia ficción a las noticias? ¿Santini convocó un concurso de decoración navideña y dijo que Puerto Rico será el Polo Norte del Caribe?
“Caramba, me preocupa ese alcalde”, pensé. “Para mí que se cayó de una palma y se golpeó fatalmente la cabeza. O algo grave le ha pasado que se le han afectado tanto las neuronas”.
Cada año me pasa lo mismo con esto de la decoración polar. Primero, la indignación; un sentimiento de ‘trespassing’ emocional y violencia cultural invaden mi alma patriotera. Luego busco una forma de resistencia: “¿Escribir una columna manifestando mi repudio a la estética polar en nuestro espacio público?”
Realmente hubiese sido mi deseo pero tuve que descartarlo. Con el país lleno de santa closes inflables y copos de nieve plásticos en cada esquina, ¿con qué argumento podría defender mi rechazo contundente a la decoración polar? Es tan absurdo todo ese asunto de la nieve y Santa Clós, que ya lo más absurdo de todo es pretender erradicarlo cuando la mayoría de los puertorriqueños parece reiterar que no le importa crear la farsa. Si está estipulado que no importa cuán absurdo, ridículo y de mal gusto sea, entonces lo verdaderamente ridículo es querer seguir imponiendo una supuesta cordura, esa presunta estética razonable del Caribe.
No me diga que la decoracioncita polar no se ha convertido ya en una tradición. Acepte de una buena vez aquello que gustan de repetir los profesores de la IUPI: “¡La cultura es dinámica!”. Comience a hallar la belleza de acudir a una fiesta navideña bien boricua, con un lechón asao’, con sus cantantes frustrados desquitándose con el micrófono, con el último hit de José Nogueras repetido en los intermedios, con los roncitos y el abriguito bobo y la morcilla. Todo esto decorado con los susodichos copos, el exceso de escarcha y los inflables de personalidades misteriosas.
Como dice un anuncio que vi el otro día: ¡No sufra más! Disfrute la Navidad boricua tal y como es. Así, cuando vuelvan a tirar nieve el día de Reyes, usted ya estará curado de espanto. Y quién sabe si hasta mono lo encuentra.
Wednesday, December 14, 2011
Fiera libre (en respetuosa recordación de la pantera de Caimito...)
Ya lo sabía, que la pantera tenía una historia con trasunto novelesco. Es que era imposible que le perteneciera a un señor común y corriente que trabajara de 8 a 5 y pagara sus impuestos con dedicación.
Cómo explicar lo que aquel felino había despertado en mí. Recuerdo cómo me devolvió las ansias de leer el diario cada mañana. Qué caso federal ni nuevo gabinete. Un grupo de ciudadanos ya sólo nos conectábamos a endi.com para seguir los boletines informativos de la pantera de Caimito.
Lamenté profundamente la amenaza que supuso aquel mini movimiento suscitado entre algunos intelectuales, que despachaban el tema asegurando que la pantera no existía. “Imaginería popular”, decían, llegando incluso a equipararla con el prolífico Chupacabras.
Pero al fin ha llegado la reivindicación. Alguna buena escritora ya debe estar relamiéndose con la tremenda obra narco-felino-policial que se puede sacar de esta historia. Contaría con elementos folclóricos modernos tales como aquella fiesta de pueblo que se celebró a nombre del felino en un bar de Caimito. Ni hablar del personaje de Javier Vélez Arocho que, después de ser motivo de burla por emprender operativos alegadamente académicos para atrapar a una fiera reducida a mito, finalmente se reivindica, y como todo personaje heroico, demuestra la nobleza y el sacrificio de su gestión. “Ese animal va a aparecer”, promete ahora con más fuerza de carácter que nunca.
La pantera es lista y escurridiza pero tampoco ha habido una voluntad de piedra para atraparla. Fuimos testigos de las declaraciones del ex Secretario cuando humilló a sus subalternos revelando que éstos la vieron, la escucharon, la sintieron “pero no se le fueron detrás”. Tampoco los culpo. No es lo mismo llamar a la pantera que verla venir.
No me tomen a mal. Siempre estuve a favor de que la atraparan y procesaran al dueño, que me parece un gran irresponsable. Pero hay una cierta redención en esta historia: eso de que este país cimentado en cemento y artificio es una especie de selva donde un animal feroz y ajeno puede sobrevivir.
La imagino, libre en medio de la jungla que supone el Montehiedra Shopping Center. Tiene su justicia poética.
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Saturday, November 12, 2011
Zencialización
Hoy puede ser un gran día para salir del clóset. Lo malo es que habrá quien se tire la misión suicida de querer convertirme.
No aguanto el positivismo zen que rebosa cada vez con una obstinación menos zen. Entre los neo-jipis-yogis-composteros wanna be-consumidores de te chino de las redes sociales, y la filosofía ‘Quién ha robado mi queso’ del empresariado y la política puertorriqueña, juro que empiezo a fantasear con mudarme a la Florida.
“Visualizo y atraigo la magia del universo a mi vida”, repiten con sus variaciones estos personajes para quienes cualquier cosa es posible si se visualiza y desea con suficiente intensidad. Gustan de regodearse en los conceptos de cuerpo, balance, armonía, aura, luz y -uno de los más problemáticos- la bendita paz.
Todo estaría muy bien si no fuera tan sospechosa la pretensión de ausencia de malestar, si no pareciera completamente esquizo el concepto de una paz exclusivamente interior. A lo mejor no leen los periódicos. Me cuesta creer que estén muy al tanto de la putrefacción en que vivimos.
El malestar es incómodo, provoca ansiedad, náusea, pensamientos homicidas. Pero sin él no hay empatía posible, acaso tampoco redención. La paz no es un estado personal y no puede existir sin un ejercicio de justicia.
Pero los peores son los segundos que mencioné: políticos y empresarios charros pero colmillús. Si vuelvo a escuchar que “la crisis es nuestra gran oportunidad”, ya no me mudaré a la Florida sino que me uniré a la comunidad espiritual del Dalai Lama. La última idea positivista que leí de un empresario puertorriqueño fue: “¡Si Disney puede hacerlo, nosotros también!”
El psicólogo español Edgar Cabanas, lo explica muy bien: “El pensamiento positivo crea ciudadanos dóciles, menos críticos. Identifica a los empleados con los valores de la empresa. Se aumenta la productividad al menor coste posible, y se lubrica la salida de los trabajadores”.
Creo que la felicidad tiene su propio proyecto, y llega en cualquier circunstancia, escurridiza pero fresca. La mía el otro día fue sencilla: un hombre llamado Flor llorando profundamente, de satisfacción y de incredulidad, besándose y abrazándose con sus compañeros celebrando una victoria. Una victoria en medio del malestar, contra todo pronóstico.
No aguanto el positivismo zen que rebosa cada vez con una obstinación menos zen. Entre los neo-jipis-yogis-composteros wanna be-consumidores de te chino de las redes sociales, y la filosofía ‘Quién ha robado mi queso’ del empresariado y la política puertorriqueña, juro que empiezo a fantasear con mudarme a la Florida.
“Visualizo y atraigo la magia del universo a mi vida”, repiten con sus variaciones estos personajes para quienes cualquier cosa es posible si se visualiza y desea con suficiente intensidad. Gustan de regodearse en los conceptos de cuerpo, balance, armonía, aura, luz y -uno de los más problemáticos- la bendita paz.
Todo estaría muy bien si no fuera tan sospechosa la pretensión de ausencia de malestar, si no pareciera completamente esquizo el concepto de una paz exclusivamente interior. A lo mejor no leen los periódicos. Me cuesta creer que estén muy al tanto de la putrefacción en que vivimos.
El malestar es incómodo, provoca ansiedad, náusea, pensamientos homicidas. Pero sin él no hay empatía posible, acaso tampoco redención. La paz no es un estado personal y no puede existir sin un ejercicio de justicia.
Pero los peores son los segundos que mencioné: políticos y empresarios charros pero colmillús. Si vuelvo a escuchar que “la crisis es nuestra gran oportunidad”, ya no me mudaré a la Florida sino que me uniré a la comunidad espiritual del Dalai Lama. La última idea positivista que leí de un empresario puertorriqueño fue: “¡Si Disney puede hacerlo, nosotros también!”
El psicólogo español Edgar Cabanas, lo explica muy bien: “El pensamiento positivo crea ciudadanos dóciles, menos críticos. Identifica a los empleados con los valores de la empresa. Se aumenta la productividad al menor coste posible, y se lubrica la salida de los trabajadores”.
Creo que la felicidad tiene su propio proyecto, y llega en cualquier circunstancia, escurridiza pero fresca. La mía el otro día fue sencilla: un hombre llamado Flor llorando profundamente, de satisfacción y de incredulidad, besándose y abrazándose con sus compañeros celebrando una victoria. Una victoria en medio del malestar, contra todo pronóstico.
Wednesday, October 5, 2011
Ocupación
Ocupar el mundo. El plan, no sé si por insaciable, no sé si por
obstinado, si por terminal, me somete a una obediencia de lo insólito e
imprevisible, de la esperanza.
Mis amigos, tímidos, me invitan a ocupar la Milla de Oro y yo –al
otro lado de la computadora, en efecto- me excito y me abrumo con la idea de la
ocupación. Imagino a un grupo de nosotros posado en las escalinatas de mármol
de un edificio gris, en victoria, anunciando por un altoparlante que hemos al
fin salido de la impotencia, del halo de silencio ácido. Nos imagino provocando
algo más que la perturbación y la condolencia de los transeúntes observantes de
fenómenos. Nosotros -resignados a la fatalidad del azar, como quien no tiene
nada que perder- nos consolaríamos cantando a lo Calle 13 “aquí yo tengo de
to', no me falta na’, tengo la noche que me sirve de sábana”. Los estudiantes
eternos, los que hicimos todo al pie de la letra y coleccionamos grados
universitarios porque la educación era la gran panacea, el rito de pasaje
seguro hacia ese lado del mundo donde la vida es fructífera; toda una
generación extra-culturizada, apareceríamos en la foto con nuestras
pequeñísimas fortunas, con nuestra adultez mitológica, exigiendo una vida digna
al pie de las escalinatas del mundo.
Tengo esta fantasía de huir quedándome muy cerca. De levantar un
puño, un trapo blanco tal vez, de lanzar un grito de guerra y reivindicarme, y
multiplicarme y echar esa nueva semilla mía, tuya, a rodar por el mundo.
Ocuparlo. Es una palabra seria, contundente, un imperialismo de
algo. Me da un poco de miedo, sin duda. Ni siquiera puedo ocupar un cuerpo,
tomar posesión de mis posesiones, colonizar un silencio, asaltar un anillo
gris, azul casi, que rodea un iris negro, un rostro firme y siempre seguro,
siempre hábil, brillante. Ocupar el mundo es tomar posesión de lo propio. Pero
no todo lo que se posee, corresponde. Me pregunto si el mundo nos corresponderá
en esta toma, si él es nuestro como sabemos, si existirá realmente un lugar
amplio, aireado, soleado, para nosotros. Tendría que llorar o salir a ocupar.
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Wednesday, September 21, 2011
Ambidiestro
A veces debo verlo ahí parado frente a las cámaras. Es una de las actividades más repulsivas pero, al mismo tiempo -extrañamente- siempre hay algo que me incita a inspeccionarlo. Si pudiera, le quitaría el audio a la tele (total, lo verdaderamente interesante es lo que no dice) y analizaría tan solo su imagen de hombre inexpresivo, aburrido hasta la médula, siempre incómodo en cualquier escenario.
Cada vez lo siento más inseguro, como si nunca tuviera certeza de nada de lo que dice. Parece un gobernador de “brief”. Le van resumiendo las cosas pero él no domina nada en profundidad. Mientras más incierto, más contrae el rostro asumiendo toda la seriedad del mundo. Es una seriedad sin carácter. Un estreñimiento realmente. Es un hombre desabrido que ni siquiera da una señal de aspirar a salir de su insipidez.
Pero lo peor de todo es que, con su carita de inapetente, el gobernador de Puerto Rico actúa exactamente como los maltratantes más clásicos en los casos de violencia doméstica.
La semana pasada, en una especie de código ambidiestro, el Gobernador parecía decirles (muy con las muelas de atrás) a sus superiores en el Departamento de Justicia federal que no tardaría en implantar una reforma en la Policía a raíz del devastador informe rendido por esa agencia en torno a las crasas y sistemáticas violaciones de derechos civiles de la uniformada puertorriqueña. Y sin embargo, al referirse a los policías como “héroes” y coronar su malestar público con el nombramiento de Marcos Rodríguez Pujadas para “supervisar” la violencia policíaca, el Gobernador envía un mensaje furtivo pero muy claro a quienes protestan en este país. Como quien dice: “Ahora sí que se van a joder”. Al mando del hombre que “sacaría a patadas” a los estudiantes de la Universidad -el verdadero constructor del terror desde Fortaleza- la reforma de la Policía es una gran farsa.
Como los agresores clásicos, delante del “supervisor” que viene a pedir cuentas, el Gobernador dice: “Oh, cómo la amo. Esto no volverá a ocurrir”. Y tan pronto como se voltea, nos cae a golpes dos veces. Primero por lo que ya nos merecíamos y, segundo, por habernos atrevido a dar la queja.
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Sunday, September 4, 2011
Adefesio
El correo electrónico llega con toda la seriedad del mundo. “Representante David Bonilla Cortés propone instalar Estatua de Cristóbal Colón en Desecheo”. No sé por qué escriben estatua con mayúscula pero eso es lo de menos. Lo que me impresiona es el formato de seriedad de este mail, su comunicado de prensa adjunto, la sobria redacción de la resolución presentada en la Cámara de Representantes.
Obviamente, me mata de risa. Lo trágico es que una sabe que más bien es para llorar. Dicen que lo peor es un inepto con iniciativa. En Puerto Rico se han instalado en la Legislatura y, cuando encuentran dónde escarbar un contrato jugoso para un “colaborador”, no les importa ni hacer el ridículo.
Me impresiona la sinceridad de la resolución: “La famosa estatua de Cristóbal Colón tiene una altura de 90 metros, dos veces mayor que la estatua de la Libertad sin su pedestal... Fue construida por Zurab Tsereteli en 1991 como parte de un regalo a los Estados Unidos por los 500 años del descubrimiento del Nuevo Mundo. Según el escultor ruso, su obra tenía que ser erigida en Nueva York, pero las autoridades rechazaron tal regalo, al igual que Baltimore, Miami y otras ciudades. Las razones para la negativa eran económicas y el aspecto de la estatua”.
No hay que ser doctor en Filosofía para preguntarse: ¿Y qué hace en Puerto Rico ese adefesio que nadie quiso en EEUU?
Si no fuera porque nada más montar la estatuita de uno de los personajes más venidos a menos de la historia costaría más de 20 millones de dólares (sin entrar en los costos de habilitar la isla de Desecheo, al pie de uno de los canales más turbulentos e infestados de tiburones en el Caribe), pensaría que, en el fondo, la idea es una genialidad. No puedo imaginar un mejor final para esta larga y cruenta trama de la estatua. Sería un acto de justicia histórica que el memorial de Colón terminara en una islita salvaje de la última colonia de América, hasta ser carcomida por el salitre, por la lluvia y el silencio de uno de los lugares más luctuosos del Archipiélago. Si tan solo, junto a la estatua, pudiéramos enviar también a los “honorables” de la Legislatura, la justicia sería completa.
Sunday, July 17, 2011
Clickeología
De vez en cuando ‘clickeo’ las noticias de Maripily. Hay personajes igualmente patéticos que me causan más curiosidad. Pero tiene su morbo leer sus melodramas y me gusta inspeccionarla físicamente, ver cómo va progresando la empresa de su cuerpo. Contrario a las masas, que se concentraron en la reconstrucción de sus senos, creo que la parte que ha registrado un crecimiento sustantivo de valor en los últimos años son sus abdominales. Es ahí donde radica su éxito más palpable.
Presumo que con gran disciplina, un sistema terrorista de privación alimentaria y la benévola ayuda del escalpelo, Maripily logró la transformación de ‘chubbycita’ a mamota cachetoncita pero bien dura. Sin embargo, su rito de iniciación no la elevó un escalón más allá de la cultura del lumpenato, ese lugar que definitivamente ha sabido conquistar y donde también ha sabido permanecer.
Creo que el fenómeno de la ‘clickeología’ Maripily responde a nuestro propio narcisismo. Es demasiado fácil e instantáneo sentirse superior ante ella. No sólo porque nos vemos mucho más inteligentes y razonables de lo que realmente somos sino porque, de cierto modo, nos excita saber que, por más que este personaje se siga esmerando en la empresa de su cuerpo, por más anaranjada que se pinte la piel, por más maridos ricos que añada a su huella sexual, por más ‘negocios’ que emprenda y carteras de señora que compre, hay un lugar inamovible para ella en la cultura: el de la pornografía de bajísima calidad. Y no me refiero a la desnudez física que ella tanto ha explotado y que no condeno sino a esa eterna exposición de su intimidad, la narrativa de una novela pésima y cursi que, sin embargo, vende, incita.
Lo que es inadmisible es que los medios eleven su pornografía a reportaje de portada. Una masa enorme de gente puede darle ‘click’ a una nota que no diga nada, que no aporte en lo más mínimo a cambiar nuestra vida. Eso no significa que los lectores no queremos más. Ni que los periódicos puedan dejar de hacer su trabajo. Bien por Maripily si vende. Pero no es aceptable sustituir reportajes trascendentales, de calidad, por alguien que no tiene absolutamente nada que decir.
Bichotes
Por qué se matan los bichotes, es un tema espeluznante pero elemental. Se matan por dinero, poder o venganza. Si alguien pretende administrar un capital que otro entiende que es suyo, lo matan. Si otro pretende adueñarse de una fuente de enriquecimiento (léase punto) del que otro alega ser propietario, lo matan. También se matan por una traición.
Llegan en sus vehículos con tintes oscuros y, sin encomendarse a nadie, ejecutan su misión. Están convencidos de que el asesinato es la única manera posible de resolver sus conflictos.
El fin de semana pasado, los gángsters del País mataron a veintiocho personas. Usted y yo sufrimos el espanto, vivimos en el pánico. El Gobernador dice que es cuestión de recuperar nuestros valores. Y lo dice el mismo día en que su gatillero mayor, Marcos Rodríguez Ema, ejecuta una de sus ya habituales aniquilaciones. A lo troglodita. A lo bien macho. A lo déspota.
¿Cuál es la diferencia entre estos “bichotes” que asesinan a un hombre para apoderarse de un punto y este “Secretario” que manda a eliminar a una joven competente y decente como Rosana López, para apoderarse de unos fondos (federales) que ella defiende con uñas y dientes para los envejecientes y que, por tanto, él no puede controlar (y malversar)? O entregárselos a los ricos para que sean aún más ricos a cuenta del dinero público, que es la especialidad de la casa.
Ah, bueno, que no la mató. Se lo agradecemos, sabe. Yo sinceramente creo que deseos no le faltaban. Pero todavía saben eliminar gente sin tener que pasar por el rastro amargo de la sangre. Eliminando a Rosana López con su violencia característica -la misma que usan contra todo aquel que se les interponga en el camino del poder absoluto- nos ejecutan a usted y a mí, a nuestra fragilísima y travestida democracia. A quienes necesitamos de un gobierno que proteja nuestros intereses.
Hace tiempo que nos acribillan. Día a día, en todas las dimensiones posibles. Y lo peor es que esto no puede arreglarse con la “recuperación de valores”, como dice el hazmerreír del Gobernador. Tal “recuperación” implica una existencia previa de valores nobles. Y gente como esta nunca los ha tenido.
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Thursday, June 23, 2011
Risa
Este ritual diario ya no es tan inofensivo como creí. El panorama es trágico. Y sin embargo, nos reímos a carcajadas. El lunes pasé por San Juan y me reí a morir. Todo tan ridículo, tan absurdo: las banderas americanas, los súbitos arreglos de las calles, el efusivo transplante de árboles, todo ese concepto de construir una noción de felicidad y bienestar evidentemente artificial pero -además- en la misma cara de la desgracia.
El patetismo de los carteles (‘Proud to be part of history’) fue más difícil de tragar pero confieso que también me reí. Y cuando supe que la bandera americana aparecía al revés en todos esos anuncios y que eso significaba catástrofe, eso constituyó risa aparte.
No piensen que sólo me reí de los que se arrastran como reptiles. Si algo fue descabellado, irracional, fue la incapacidad de los independentistas en unirse un día, a una hora, bajo el solo nombre de Oscar López. Eso fue realmente absurdo, burlesco y, por tanto, cómico. Dicen que la risa es uno de los más crudos mecanismos de defensa.
Llegó el Presidente y me reí más. Del patetismo de todo. De un hombre inteligente que se presta no sólo a decir tonterías sino a explotar y luego ignorar descaradamente a un país roto, de cuya fatalidad él también es responsable. Me reí violentamente de toda esa gente que va y pone el cachete, sabiendo que le van a patear la cara. Del desplante al Gobernador me reí vengativa, perversamente.
Obama se fue sin mirar atrás. Sé que estaba escrito que así sería y será. Pero, después de reírme tanto, ya de noche, con ese silencio de esas horas, el efecto de la película se me volvió espeso. A veces, no sé si en el estómago o en el corazón, algo muy amargo, duro como los golpes del odio de dios, sobreviene a la risa. Tal vez de día una tiene la ilusión de que reír te distancia en algo del ridículo y la catástrofe. Pero de noche pasa algo. Como que, tal vez por esa extraña evidencia que revela la oscuridad, una se enfrenta a lo más terrible: la verdad impúdica de que todos, sin distinción, somos parte de esta fábula cruel.
Friday, June 3, 2011
El poeta
Los países son como la gente, cada cual con el peso de su historia pero, sobre todo, con sus formas de cargar con él. Recuerdo haber ido a Chile y Argentina en 2003. Y haberme regresado con la impresión de que Chile era un caracol y Argentina una concha abierta.
Dos países tan cercanos y con una historia contemporánea tan tétricamente similar, eran sin embargo dos mundos opuestos en la carga de sus desgracias. En ambos, los efectos de dos de las dictaduras más sanguinarias de América fueron absolutamente devastadores. Pero en Chile, era como si el dolor se llevara por dentro; latente, mas profundamente soterrado. En Argentina se sentía como un dolor frontal, una herida abierta y visible; compartida, manejada.
Ahora que han pasado 38 años del Golpe en Chile, se está reescribiendo la historia de ese país. Se ha exhumado el cadáver del presidente Salvador Allende para revelar al fin la gran incógnita de estos años: ¿Quién le disparó? ¿Lo asesinaron los golpistas o se disparó él mismo, arrinconado como estaba y sin salida? (Existe un sonido del general Pinochet asegurando la muerte a Allende ese mismo día. “Lo montamos en un avión -dijo- pero el avión se cae”).
La reescritura chilena es más grande aún. Hay testimonios importantes de que la muerte del Nobel Pablo Neruda pudo haber sido otro asesinato de la dictadura. Siempre me resultó tan extraño que Pablo Neruda hubiese muerto justo 12 días después del Golpe, el 23 de septiembre de 1973.
No sé si realmente existan bálsamos contra los crímenes de la muerte. Pero leyendo la noticia, no pude sino empuñar los propios decretos del poeta, en el consuelo tibio de una abstracción lírica contra una aberración de facto, contra la irreversibilidad de la muerte, contra la crueldad de todo: “He vivido tanto que un día/tendrán que olvidarme por fuerza,/borrándome de la pizarra:/mi corazón fue interminable./Pero porque pido silencio/no crean que voy a morirme:/me pasa todo lo contrario:/sucede que voy a vivirme”.
Acaso como escribió en Confieso que he vivido, cuyo manuscrito se salvó de milagro de los golpistas: “Salimos perdiendo… Salimos ganando… Se lo llevaron todo y nos dejaron todo… Nos dejaron las palabras”.
Sunday, May 22, 2011
Hogueras
Amarse y no tocarse tiene que ser una de las mayores atrocidades del mundo. El lenguaje del amor es el cuerpo. Se puede amar desde la distancia, incluso desde la imposibilidad, pero la ambición, la promesa del que ama es siempre la misma: atravesar un cuerpo, instalarse en un lugar que queda dentro de una piel.
Camino por el mall tocando unas manos, una boca, un cuello perfectísimo. Y mientras tanto, estos dos bellos se miran y no se tocan. Hacen una pareja hermosa pero no sé bien por qué lo digo; si porque el paso de uno quiere completar el del otro. O porque se les ve -no sé dónde ni exactamente cómo- una pequeña promesa de futuro, una esperanza de que este hoy andar juntos por el mall, uno cargando como siempre pasa algunas bolsas del otro, es el ensayo de un andar más amplio, más complejo y arduo. Pero andar, al fin (ese es el fin).
Yo los miro, con una curiosidad que tal vez raye en lo incorrecto. Hay parejas de todo tipo que me provocan mucha curiosidad. Pero de ésta me provoca lo que no se dicen a viva voz; y todo ese recorrido del no tocarse.
Él mira al otro que se prueba un suéter y yo lo miro a él, porque le brillan los ojos como nunca he visto cosa igual. Y la sonrisa es tan monumental, tan llena de esa luz que es líquido en los ojos, que una sabe también que se ríe por un sinfín de cosas más. Es para comérselo a besos. El otro, con su suéter, lo sabe. Se sonríe mucho también pero muy por lo bajo, casi con un poco de vergüenza; como quien encuentra mucho más de lo que buscaba. Como quien sabe también que podría “morir de sed junto a la fuente”, como el poema de Guillén.
En su transacción amorosa hay, omnipresente, una prohibición de siglos y siglos. Pienso en eso. En todos los hombres igualmente bellos que fueron quemados vivos por practicar el lenguaje del amor. A escondidas. Y pienso en la infamia de los escondites que, cientos de años después, siguen salvando de la hoguera a tantos amores.
Friday, April 15, 2011
473
El retiro de un deportista puede llegar a ser una estampa temible.
La jubilación es inevitable. El deporte es cruel. Todo en la vida mejora con la expansión mental que otorga el transcurrir del tiempo. Pero en el caso de los deportistas –y los bailarines, por ejemplo- cuando mejor comprensión tienen de lo que hacen, justo cuando han acumulado suficiente conocimiento para ejecutar el orden de las cosas, el cuerpo les expira. Es lo más despiadado del mundo.
Ahí entonces comienza la transmutación. Casi siempre inicia en el abdomen: de músculos tensos y angulares a barriga desparramada. Pero eso es sólo un indicio de algo que puede ser mucho peor. Han sido muchos los atletas retirados que no han encontrado inspiración sino en el consumo (de todo tipo), en la inercia y la remembranza.
Si algo tenemos que celebrar es esta certeza de que ese no será el caso de Carlitos Delgado, cuya jubilación del deporte profesional, lejos de llorar, hoy celebro. Aquí tenemos un hombre que elevó el béisbol. 473 es un número perfecto. Y bello. 500, una cifra redondeada y uniforme. Terminal.
Pero esos números no me dicen nada sobre algo que considero vital: esa entrega suya. Entrega en el terreno, entrega a un equipo, entrega a la pasión visceral y a la inteligencia que hay detrás del béisbol.
Aún así, hemos visto mucho más en él. Un amor genuino, inquieto, por su patria y por su gente más vulnerable. Un sentido muy bello, muy generoso de la justicia. Un atrevimiento mordaz. Valentía.
Delgado no puede controlar los designios de su cuerpo. Hoy celebro cada músculo suyo que fue capaz de poner al servicio de la pasión y de la inteligencia. Es y será uno de los más grandes del béisbol. Pero pasará a la historia como el hombre valiente que se negó a apoyar una guerra salvaje y se sentó cada vez que cantaban el sanguinario ‘God bless America’, y aguantó los abucheos en la soledad de los estadios más inmensos. Y el tiempo le dio la razón. Ese es el Carlos Delgado que ahora recobramos a tiempo completo. El de las causas justas, el de la nobleza inmensa, el de toda la ternura.
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Friday, April 1, 2011
De dedos
Acepto que me reía porque pensaba que todas aquellas idioteces que decía la “Apóstol(a)” se debían a que estaba completamente loca. De atar.
Y en eso -zas- llegó la noticia: tres “jueces supremos” establecen que la Ley 54 no protege a una mujer adúltera. (Mj… ¿Ríli?)
El Juez Kolthoff manipula el texto de la Ley, adjudicándole intenciones inéditas. Lo hace de la manera más ilógica y desfachatada, con presunciones tan burdas y traídas por los pelos, que no son sino evidencia del código religioso (y fantasioso, como su Biblia) que pretende imponer.
El lenguaje de la Ley 54 no es un misterio. Incluye las “relaciones consensuales” con la clarísima intención de que toda pareja sea protegida. En ningún lugar condiciona su alcance al estado civil de la víctima.
En todo caso -digo, si es que el Juez Kolthoff quería ponerse creativo- lo más que podía cuestionarse es qué tiene que existir para que una relación sea consensual. Consensual sólo habla de un consenso. ¿Pero un consenso de qué? ¿De acción, de palabra o puede ser un consenso de fantasía? ¿Requiere intercambio de fluidos o una mediación de palabra puede ser suficiente? (el lengua(je) mata, como mismo puede contener todo el amor posible).
Y si -comprensiblemente- requiriera de ese intercambio húmedo, cabría preguntarse: ¿la saliva, viene siendo suficiente? Un dedo que se esparza feliz y libre por algún espacio escondido, irrestricto, ¿produce una relación consensual? ¿Cuán rápido? ¿A la entrada o a la salida?
Estos, a mi entender, son los únicos cuestionamientos válidos en torno al concepto de relación consensual. Lo demás está dado en la hermosa elasticidad del término.
La Ley 54 no necesitaba de enmiendas para proteger a las mujeres adúlteras. Lo que necesitamos en un Tribunal Supremo que no esté atado (ni de atar).
Y hablando de elasticidades, ahora que enmendarán la Ley, esperamos que incluyan expresamente a las parejas del mismo sexo. Porque lo que se dice el dedo -tanto el feliz como el irresuelto, el acusatorio como el delator, el torpe como el talentoso- no tiene identidad sexual. O -mejor dicho- las tiene todas. Y con todas a cuestas, campea por su respeto sobre todo cuerpo conocido y por conocer.
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Saturday, March 5, 2011
Oscar
Veo a lo lejos una piscina calmosa, el viento apenas ondulando el agua azul turquesa y recuerdo aquella entrevista donde Carlos Alberto Torres cuenta su llegada a Puerto Rico tras 30 años de injusto encarcelamiento: “El primer día, se lanzó a una piscina en la casa de un amigo. Lo había soñado tanto… Se tiró al agua y de inmediato tuvo la sensación de que había dejado la prisión atrás para siempre. ‘Tuve la sensación de que nunca estuve preso’”.
Yo había leído y escuchado tanto sobre la libertad; pero jamás vi un relato más contundente. Cuando corría y corría y llegaba hasta el mar como decir lo más lejos posible, y no me quedaba más remedio que detenerme en una orilla, yo sabía que agua y libertad estaban imbricadas. Pero todavía entonces me era oculta la relación. Y jamás pensé que la libertad pudiera estar en un pozo de agua.
Ahora nos falta Oscar López Rivera. Son 30 años también, encerrado por conspiración sediciosa. Sin matar a nadie, sin cometer un crimen violento. Lo llevaron esposado de pies y manos a su vista con la Junta de libertad bajo palabra. No permitieron observadores a favor de la petición de excarcelación, en abierta violación al reglamento pero sí permitieron la entrada de los opositores. Todos los planteamientos de su abogada, la Lcda. Jan Susler, fueron declarados no ha lugar y agentes del FBI presenciaron la vista, tomando notas. De un plumazo, como si dijera polvo, el examinador recomendó 15 años más de cárcel. Para ser una colonia ínfima que no hace titulares en la metrópolis, la verdad es que nos tienen demasiado odio.
He visto el álbum familiar de Oscar López, siempre evolucionando en la misma sala de paredes amarillas. Cuando entró a la cárcel, su hija Clarisa era pequeñita. Visitándolo, se hizo grande. Entonces nació Karina, su nieta. Ha crecido muchísimo. Ya está en la Universidad, y todavía Oscar aparece en las fotos con el mismo uniforme, siempre con el rostro apacible, siempre sonriente, paciente; tierno.
En estos días se conocerá la decisión de la Junta. No sé qué forma tendrá para Oscar la libertad. Pero, con gran urgencia, exijo para él su pronto chapuzón.
Café
Cuando la vi -tan hermosa y aparatosa, perfectamente lustrosa- en las páginas de este diario, supe que la había esperado durante siglos. En un instante, lo comprendí todo: aquella añoranza dilatada no había sido la de los sueños, siempre desvaneciéndose al primer ardor de una luz. Tampoco la de las fantasías. No. Porque ella era posible. Existía. Lo supe cuando vi los filos de su forma, relucientes, nítidos bajo el sol perpendicular de Río Piedras.
La cafecleta del artista Jorge Rito, una greca gigante sobre una bicicleta que él maneja mientras reparte café por las protestas de Santa Rita, adjudica el placer del deseo que se consuma. O cuántos de nosotros no nos ahogamos todos los días (acaso todas las horas) en un tazón de café, buscando -no sé- una salvación. En el calor, en el sabor, en alguna parte que a veces se sabe más allá del fondo. En ese momento en que aroma y gusto de imbrican para siempre, cuántos de nosotros no pensamos en todo lo que no es ni será. Como un bolero. Tomo la taza, respiro mucho y, no es lo mismo pero, a veces -sólo a veces- siento algo: un consuelo mínimo, tan mínimo que casi no es. Tan pequeño que a veces se consume todo en el primer sorbo.
Pero la greca del artista es algo más. La posibilidad. Cada vez lo sé mejor: que son esas pequeñas cosas , esos proyectos particulares, casi personales, mínimos, los que sostienen emocionalmente a este país: la disposición e inventiva de un artista aquí, de otros que forman un teatro allá, el ensayo de una profesora de danza y sus alumnos en plena calle, el embeleco de una iglesia, los violines de unos niños.
Hay algo en la entrega. Me perdonan lo cursi (no es un ideal estilístico sino un mecanismo crudo de defensa) pero a veces, cuando veo estos pequeños actos, hasta pienso que el compromiso es con la esperanza, con la idea de que la gente buena, trabajadora, la gente que lucha según sus luchas, merecen tanto más. Mucho más de lo que no tienen. Y a veces hasta llego a creer que aquellos que se ilusionan con las cosas y las emprenden, pueden transformar este país pedacito por pedacito. Greca por greca. Café por café.
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Wednesday, January 26, 2011
Cronopios
“Tú no puedes conmigo. Porque mi corazón es más grande que el tuyo”.
El muchacho está inmovilizado por un policía gigantesco. Le lanza estas palabras en medio de su arresto por desobediencia civil. En esos primeros segundos, el policía es una cosa enorme, imponente. Hasta que el joven nos derrumba a todos con su decreto. Entonces el guardia - todo músculo él- se va reduciendo hasta ser casi nada.
Le doy ‘replay’. Observo bien a este muchacho. Quiero encontrar en su gesto, en su voz iracunda y temblorosa, en el movimiento de sus manos atadas, el signo exacto de la rabia y del amor.
Son cronopios, pienso. Seres increíbles, casi mágicos, logrando lo inimaginable: actuar en este ámbito de fábula.
Como los personajes mágicos de Cortázar, los estudiantes no estaban inscritos en nuestra lengua. Han salido de la modorra a cargar -solos- las mal repartidas rebeldías y valentías, las noblezas y convicciones de un archipiélago hundido.
No es fácil ser los jóvenes más talentosos del país y que te traten mucho peor que a los más grandes criminales. No es fácil ser un joven con ideas en uno de los países más violentos del mundo; recibir (y resistir) la violencia del Estado a cambio de defender los derechos de todo un pueblo, y luego ser acusado de violento por romper un cristal mientras los narcotraficantes y los políticos lo destruyen todo sin que nadie se meta con ellos. No es fácil resistir tanta hipocresía a tan temprana edad. Como tampoco lo es defender la decisión democrática de todo un estudiantado, para luego ver pasar a los rompehuelgas, muy decididos a tomar sus exámenes por pura cobardía.
Un día una se da cuenta de que la suerte ya estaba echada: están los que luchan y se sacrifican, y están los que siempre seguirán andando en línea recta, haciendo las cosas como alguien siempre querrá que las hagan, atravesando el próximo portón hasta volverse sólo un punto lejano en el horizonte.
Esos dos tipos de seres que constituyen dos mundos radicalmente distintos tendrán que seguir conviviendo por los siglos de los siglos.
No será fácil. Pero confío en estos cronopios. Si algo han demostrado, es que están bien armados para transformar esta fábula, corazón a corazón.
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